En ocasiones, no existe forma de decir la verdad sin que duela. Hay quien prefiere no conocerla pero, tarde o temprano, el dolor golpea a la puerta del corazón
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En ocasiones, no existe forma de decir la verdad sin que duela. Hay quien prefiere no conocerla pero, tarde o temprano, el dolor golpea a la puerta del corazón
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—La vida es así. Cuando menos te lo esperas, te da un bofetón —dijo y aplastó el cigarrillo en el cenicero de cristal. Después dio otro sorbo al café y miró a la taza con tristeza—. Pero si llevas ya demasiados, ni siquiera escuchas el sonido.
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—¿Puedo hacerte una pregunta? —dijo el periodista dando una segunda calada a un cigarro consumido—. ¿En qué momento nos volvemos idiotas sin darnos cuenta de ello, Narciso? El hombre se rio. Por un instante, alimentando esa altivez propia de un ego desorbitado, Leopoldo pensó que había sobrepasado las líneas pero, de nuevo, volvía a equivocarse. Narciso miró al periodista. —Supongo que cuando dejamos de lado lo que realmente importa. |
Hasta la fecha, nunca había manejado información tan sensible sobre otras personas. Lo más cercano que había estado de un rumor así, había sido casi un año atrás, momento en el que decidió armarse de valentía, subestimar a los dioses del mundo editorial y publicar un reportaje lleno de fallos y difamaciones que casi le cuesta la carrera profesional.
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Pensó en su padre, en El Viejo y El Mar y entendió que las personas brillantes, como los ideales y las buenas historias, sobreviven al paso del tiempo como la estela de un astro en el espacio. Aunque desaparezcan, los seguimos recordando.
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Pensó que no estaba preparado para morir y también que era el momento de reconciliarse con algunos aspectos del pasado. Los Fonseca le habían enseñado una gran lección: no existía nada peor que vivir preso del arrepentimiento.
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En ocasiones, las mejores historias eran las que terminaban sin que ninguna de las dos partes acabara herida.
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Las personas brillantes, como los ideales y las buenas historias, sobreviven al paso del tiempo.
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En ocasiones, no existe forma de decir la verdad sin que duela. Hay quien prefiere no conocerla pero, tarde o temprano, el dolor golpea a la puerta del corazón.
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No existía nada peor que vivir preso del arrepentimiento.
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La edad de la inocencia