El pozo y el péndulo

Con este relato de terror viajamos al periodo de la Inquisición española, de la que nuestro protagonista cayó presa de sus garras. No sabemos por qué está ahí ni cuales fueron sus crímenes, la verdad es que eso no importa demasiado.
Su castigo es ser encerrado en una celda a oscuras en la que no va a tardar mucho en descubrir las torturas que le esperan.

Acá es cuando se pone de manifiesto el terror a la oscuridad, a lo desconocido. Estando en las más oscuras tinieblas el hombre no quiere abrir los ojos por miedo a no ver; no quiere caminar por miedo a no saber.
De a poco su miedo va menguando a medida que se anima a recorrer el lugar, pero su cansancio mental y físico es mayor que sus ansias y cae desmayado.
Al despertar se encuentra que está completamente atado en una superficie de madera excepto por su antebrazo, el cual alcanza nada más que un plato de comida y un cuenco con agua.

Es éste el momento en que realmente se empieza a sentir terror, y esta vez no es miedo a un ente paranormal o a un concepto. Está vez el miedo deja de ser psicológico para tocar cada fibra física, y empezamos a sentir miedo del ser humano.

Las torturas infligidas por la Inquisición ya son conocidas por todos, y no por nada se gana el título de uno de los periodos más crueles de la humanidad.
¿Que tan sadistas y violentas pueden ser las personas con poder, para llegar al punto en que vigilan los sufrimientos del protagonista y se regodean de ellos?

En este relato, más que enfocarse en la trama Poe decide meternos en la cabeza del narrador, y a medida que avanzamos en la historia no es difícil terminar empatizando con el protagonista, tener pena por él mientras que al mismo tiempo sentimos su mismo miedo, su misma desesperación y su deseo porque por fin llegue el momento de su muerte.
Directamente nos encontramos con un personaje resignado con su destino que decide distraerse pensando en cosas nimias, como la magnitud de su celda y las ratas que sirven como su única compañía. Sabiendo lo que le espera sólo puede desear por la muerte con ansias de que lleguen sus ángeles salvadores.

La forma descriptiva en que está escrito el relato y que tanto nos mete en la psicología del hombre llega a un punto en que termina siendo opresivo, y no pude evitar que se me encogiera el pecho cada vez que el péndulo oscilaba por encima del prisionero.


Este relato no se me hizo tan fluido como La Máscara de la Muerte Roja, incluso por momentos me perdía entre tantos pensamientos febriles y tenía que releer lo que estaba pasando, pero eso no influyó en mi forma de disfrutar una historia algo cargada de violencia y tristeza. Por lo tanto, El pozo y el péndulo se lleva una buena calificación.