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¿Se puede experimentar la vorágine de una ciudad como Londres a través de los ojos de alguien que simplemente está sentado en un café? ¿Contemplar a los diferentes transeúntes, los empujones cotidianos, la marcha incesante, la sensación de estar en un grupo pero sin perder la individualidad? O mejor aún: ¿qué se sentiría al divisar un rostro demoníaco que se vuelve tan sospechoso que induce al protagonista/ narrador a salir del café e iniciar una persecución? Poe logra su objetivo. Este cuento es un paseo por el corazón y los bordes de una ciudad. La narración parece un laberinto sin salida que traza líneas (que parecen que no van a ninguna parte) y hasta yo terminé exhausta en ese recorrido. Pero valió la pena cada página, incluso aunque a uno le impresione o decepcione el final. Uno de mis relatos favoritos de Poe, por lo menos hasta el momento. |