"[...] No busqué. Pero el rostro siguió ahí. el rostro del no nacido que amo su perfección, el rostro del muerto que solo podía ser perfecto en su simple paz, solo así ser sagrado. Y entonces hubo otros rostros. Los rostros de las naciones, gobiernos, parlamentos, sociedades, los rostro sin rostro de los hombres importantes. (Plath, 1962). |