“Morir es un arte, como todo. Yo lo hago excepcionalmente bien. Tan bien, que parece un infierno. Tan bien, que parece de veras. Supongo que cabría hablar de vocación” |
“Morir es un arte, como todo. Yo lo hago excepcionalmente bien. Tan bien, que parece un infierno. Tan bien, que parece de veras. Supongo que cabría hablar de vocación” |
Amapolas en octubre Para Helder y Suzette Macedo Ni siquiera los cúmulos de esta aurora saben qué hacer con tales faldas. Ni la mujer que va en la ambulancia, Cuyo rojo corazón florece a través del abrigo tan asombrosamente. Son un don, un don de amor no requerido por este cielo, que indolente y flamante quema su monóxido de carbono, ni por esos ojos tan pasmados que, por un instante, se inmovilizan bajo los bombines. Ah, Dios mío, ¿qué soy yo para que estas bocas tardías se abran a gritos en este bosque de escarcha, en este amanecer de ancianos? |
El Ahorcado Asiéndome del cabello, un dios se adueñó de mí. Sus descargas azules me achicharraron como a un profeta del desierto Las noches se volvieron invisibles, como el tercer párpado de un lagarto, un mundo de días blancos y escuetos en una cuenca sin sombra. Un hastío rapaz me ató a este árbol. Si ese dios fuera yo, haría lo que hice. |
Ariel Estasis* en la oscuridad. después, el azul e insustancial diluvio de peñascos e infinitudes. Leona de Dios, eje de talones y rodillas, ¡Cómo nos fundimos en una! El surco se abre y avanza ante nosotras, hermana a cuya cerviz marrón y arqueada no consigo asirme, las bayas con mirada de negro lanzan oscuros anzuelos, bocanadas de sangre negra y dulce, sombras. Algo más Me lleva por el aire, arrastra muslos, cabellos; escamas que se desprenden de mis talones. blanca Godiva, así me voy esfolando, despojando de manos muertas, de rigores muertos. Y ahora voy dejando espuma sobre el trigo, un centelleo marino. El grito del niño se disuelve en la pared. Y yo soy la flecha, el rocío que vuela suicida, unida a esta fuerza que me impulsa hacia el ojo encarnado, el caldero del alba. |
Marinero en tierra