Cartas a mi madre

Esta recopilación de la correspondencia que mantuvieron Sylvia Plath y su madre es fabulosa. Comienza a los dieciocho años de la autora, cuando comienza la aventura de sus estudios universitarios en Smith College. Después de varios éxitos vendiendo poemas y relatos cortos a distintas revistas de su país, Sylvia comienza a estresarse y a querer cosechar más éxitos. No obstante, el rechazo de algunos de sus trabajos conducen a la autora a su primer intento de suicidio. Tras su recuperación, continúa más tranquila sus estudios, y al terminar el curso decide acabar su carrera en Europa. Por ello, llega a Cambridge, donde conocerá a gente muy interesante, y relatará toda clase de aventuras a su madre.

Durante sus estudios en Inglaterra, Sylvia habla en sus cartas de sus viajes por Europa, a Francia, Italia, y lo que más me interesó, a España, por ser mi país de origen. Visitó Madrid y Benidorm, y quedó fascinada, pero lo que menos le gustó fue la corrida de toros a la que asistió, descrita muy bien por ella misma, por cierto.

Entre tanta aventura, conoció a muchos hombres, pero ninguno le hizo sentir verdadero amor, hasta que coincidió con Ted Hughes en una fiesta, un escritor y poeta como ella, de origen irlandés y escocés. En esta cuarta parte de la recopilación de su correspondencia no para de hablar de él a su madre, e incluso en ocasiones parece perder sus ideales de mujer independiente para convertirse en una mujer solícita y anulada, llegando incluso a casarse en secreto con él. Esta boda bien podía haber acabado con su beca de estudios, pero al final consiguió que no la rechazaran hasta terminar la carrera.

Es un lujo poder contar con detalles de su vida en el momento en que escribió sus poemas y cuentos, y sus bellas descripciones de paisajes, experiencias y personas que conoció a largo de todo ese tiempo.

Cabe destacar que en el centro del volumen podemos encontrarnos con unas cuantas magníficas fotografías de la autora con familiares, desde 1950 hasta 1962, con las que poder ponerle cara, no solo a ella, sino a su querida madre, a Warren y a Ted, entre otros.