¿Debo agradecer o maldecir esta circunstancia de poder sentir todavía amor a pesar de tanta desdicha?
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¿Debo agradecer o maldecir esta circunstancia de poder sentir todavía amor a pesar de tanta desdicha?
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Nada me puede importar lo que se me dice porque nunca nadie me dice nada cuando cree decirme algo. Solamente escucho mis rumores desesperados, los cantos litúrgicos venidos de la tumba sagrada de mi ilícita infancia. Es mentira.
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-"... pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo ni mayor pesadumbre que la vida..."
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Por la noche, todos los abandonos. Su respirar, si silencio perfecto. Yo en boca de la muerte, insomne y consecuente en mi oficio de idiota desamparada.
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Entonces se miraron con pasión, con fuego. Ella sintió que sus venas ardían, que se le subía la sangre a la cara. Él avanzó un paso. Extendió los brazos. "Amada", pronunció. Ella corrió a los brazos fuertes de él. Se abrazaron. Se besaron con loca pasión. Bailaron mejilla contra mejilla. Estaban tan emocionados que no podían ni hablar. Ella sintió que había encontrado al hombre de su vida. Él sintió que ella era pequeña y débil y sintió ganas de protegerla para toda la vida.
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¿Acaso es nada la vida? ¿Por qué conceder tanto tiempo a tan inútil aprendizaje? -No quiero quedarme -dije-. De lo que se llama la locura, he oído hablar, como todo el mundo, pero no basta querer estar loca. |
Amor mío, dentro de las manos y de los ojos y del sexo bulle la más fiera nostalgia de ángeles, dentro de los gemidos y de los gritos hay un querer lo otro que no es otro, que no es nada...
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Riéndonos de las sombras, los tuyos llenos de risa, tus manos, la noche, lo mío, lo tuyo, la noche, por favor, todo tan extraño, la noche.
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Un rostro frente a tus ojos que lo miran y por favor: que no haya mirar sin ver. Cuando miras su rostro -por pasión, por necesidad como la de respirar- sucede, y de esto te enteras mucho después, que ni siquiera lo miras. Pero si lo miraste, si lo debiste como sólo puede y sabe una sedienta como tú. Ahora estás en la calle; te alejas invadida por un rostro que miraste sin cesar, pero de súbito, flotante y descreída, te detienes, pues vienes de preguntarte si has visto su rostro. El combate con la desaparición es arduo. Buscas con urgencia en todas sus memorias, porque gracias a una simétrica repetición de experiencias sabes que si no lo recuerdas pocos instantes después de haberlo mirado este olvido significará los más desoladores días de búsqueda. Hasta que vuelvas a verlo frente al tuyo, y con renovada esperanza lo mires de nuevo, decidida, esta vez, a mirarlo en serio, de verdad, lo cual, y esto también lo sabes, te resulta imposible, pues es la condición del amor que le tienes. |
Le prometía que amándome iba a serle accesible un lugar de justicia perfecta. Esto le decía sin estar yo misma enamorada, habiendo sólo en mí la voluntad de ser amada por él y no por otra. Es tan difícil hablar de esto. Cuando vi su rostro por primera vez, deseé que fuera de amor al volverse hacia mi rostro.
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Como agua para chocolate