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Crítica de Guille63


Guille63
22 March 2023
Interesantísimo libro con un tema tan polémico como relevante, ¿existe una naturaleza humana?, ¿la existencia precede a la esencia o más bien sucede al contrario? Es imposible resumir aquí los argumentos que aporta Pinker en apoyo de la existencia de una naturaleza humana y de sus implicaciones, por lo que aquí me limitaré a resumir brevemente los temas que trata con la esperanza de que les despierte el gusanillo de la curiosidad.

Tras comentar los antecedentes de la idea de tabla rasa, idea atribuida a John Locke, y su relación con otras dos ideas centrales en el ideario colectivo de los últimos siglos, la idea del buen salvaje de Rousseau y la mente libre e independiente del cuerpo de Descartes, el autor da un repaso a los nuevos conocimientos que vienen a poner en tela de juicio a todas estas teorías, la ciencia cognitiva, la neurociencia, la genética de la conducta y la psicología evolutiva.

Su postura es clara: “la mente está equipada con una batería de sentimientos, impulsos y facultades para razonar y comunicarse, y que tienen una lógica común en todas las culturas, son difíciles de eliminar o de rediseñar a partir de cero, fueron configuradas por la acción de la selección natural en el transcurso de la evolución humana y deben algo de su diseño básico (y algo de su variación) a la información presente en el genoma.”

Tras ello, dedica una buena parte del libro a responder a aquellos que ven en esta naturaleza humana una idea peligrosa.

Entre esos peligros es especialmente relevante el hecho de que esa supuesta inmutabilidad de la naturaleza humana eliminaría toda esperanza de reforma, y, como corolario de ello, la falacia de que si supuestamente aceptamos que muchos de los rasgos negativos del comportamiento humano son naturales, y dado que supuestamente todo lo natural es bueno, deberíamos aceptar como bueno todos esos comportamientos infames.

Otra de las implicaciones polémicas es todo lo que supone que “en última instancia no controlemos nuestras propias decisiones, pues estas están predestinadas por el estado de nuestros cerebros” y, por tanto, hasta donde llega nuestra responsabilidad en los actos. Y junto a ello el peligro del nihilismo, de la imposibilidad de establecer una escala de valores “Si no somos más que máquinas que permiten que los genes hagan copias de sí mismos, si nuestras alegrías y satisfacciones no son otra cosa que sucesos bioquímicos, si la vida no se creó con algún fin elevado ni se dirige hacia alguna noble meta.”

Pero Pinker no solo se defiende, también ataca destacando las implicaciones perversas que también tendría una mente organizada como tabla rasa, como es el relativismo. Dado que no hay nada previo en el cerebro, lo que percibimos, siempre mediatizado por nuestras teorías previamente adquiridas, simplemente se acumula en nuestro cerebro condicionando a su vez lo que percibiremos a posteriori. Por ejemplo, la ciencia solo sería una forma de ver la realidad como cualquier otra, o cualquier moral y estructura de valores éticos sería igualmente válida.

Por último hace un repaso a las implicaciones que las dos concepciones de la mente, la tabula rasa y la existencia de una naturaleza innata, tienen sobre una serie de temas polémicos cómo la forma de organizarnos políticamente o qué políticas se deben adoptar frente a problemas sociales como la violencia o el trato a los delincuentes, las implicaciones que tienen el género de las personas en el comportamiento, el papel de la herencia en ese comportamiento…
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