-¡No te atrevas a traerme ningún bastardo! ¿me oyes? -bromó la mujer con los ojos brillantes de furia. -Pues deja de decirme lo que tengo que hacer -sentenció él, alejándose a grandes zancadas-. No soy ningún niño. -Por eso mismo lo digo -remachó la mujer visiblemente frustrada. |