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¿Queréis leer una gran novela de terror? Venid, venid, voy a contaros de un pueblo que debería permanecer intacto, con el polvo espeso amortiguando el dolor de las almas que quedan. Lugares que a menudo se olvidan, y por una buena razón. Si tienes la mala suerte de encontrarte en uno de estos sitios, escucha los latidos enloquecidos de tu corazón. Es una advertencia, el corazón sabe lo que el ojo no ve. Peligros de fauces que nunca pueden ser satisfechas… En la pedanía de San Nicolás, después de una fuerte tormenta un chico desaparece en la escuela de una forma enigmática y terrible… Ahora en la actualidad tenemos al matrimonio Lucas y Sam, que viajaron hasta allí en coche. Para Lucas, San Nicolás representaba la paz. Comparado con el caos de su vida presente, este pueblo había sido pasado por alto por el progreso. Junto a su mujer se mudan esperando poder ahorrar dinero, al no tener que pagar ningún alquiler al vivir en la casa propiedad del abuelo de Lucas. Ellos, aunque especialmente él, pondrá sus esperanzas. Demasiado pronto descubren que las apariencias engañan. Hechos ocultos se esconden en los rincones de un pueblo lúgubre, velado por las sombras. Debajo de la tranquila superficie acecha algo oscuro de lo que jamás hayan conocido. No saben que pisan una tierra cuyo pasado filtró sangre siendo absorbida por las raíces más profundas. Los lectores quedarán atrapados en su misterio, serán rehenes de sus miedos. Estamos ante un raro horror, un delicioso terror que nos acecha. Vais a sentir el hormigueo de los nervios, la temperatura de la habitación bajando mientras leéis, el recordatorio de por qué nos encanta leer esta clase de historias y es que, entre las manchas de luz solar, cuando estas dan paso a las tinieblas, cuando llega la noche, acechan cosas hambrientas… “Inanición” os perseguirá en cada página que paséis al igual que el pueblo persigue a los residentes. Cada casa, cada árbol, cada oscuridad alberga espeluznantes secretos. Daría Pietrzak me tiene maravillada en el modo en que usa algo tan normal como una caja de zapatos para dar comienzo a una gran novela de terror. La historia dura unos pocos días y está narrada en primera persona los capítulos que protagoniza la propia Sam y en tercera la de Lucas. En ningún momento vais a sentiros engañados, la novela es lo que es, la autora no lo esconde. Pueblo maldito, la mujer siente desde un primer momento un rechazo, huele lo nauseabundo… Los niños también sabemos de qué lado salieron, no hay dudas respecto a eso, de nuevo Daría es clara, no hay huellas en la arena por donde pasan, aparecen y desaparecen como si nunca hubieran estado… ¿Entonces? os preguntaréis. Amigo, esta es una novela de terribles escenas narradas, aunque no es tanto quiénes son, sino por qué se llegó a esa situación. En qué momento un pueblo fértil y más o menos alegre ahora es el hogar de fantasmas hambrientos de vida, de su sabor, de su supuración y su coagulación. La leyenda, el origen… ahí debéis llegar. Niños jugando a un juego macabro, matrimonio habitando una casa que cada día parece engullirlos un poco más consumiéndose junto a un polvo que todo lo cubre. San Nicolás llamando a través del abismo, podrán entrar ¿pero salir? … Momentos visuales de infarto, sabes que todo va a ir a peor, solo te queda hacerte pequeño, pasar inadvertido y seguir leyendo… Una atmósfera digna de los mejores narradores de terror acompañándose dentro de una escritura poderosa. Jacinta la grande, el pozo, Pedro, calles desiertas donde los vivos y los no vivos comparten espacio … El lector sabe, tal vez demasiado, será por eso que Daría Pietrzak guarda el peor horror de todos hacia el final. El que no esperábamos, el que nos destrozara.… Y ahí será por fin cuándo podremos gritar, gritar, todo lo que hemos soportado callados sin hacer ruido hasta este momento. Espectacular. |