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¡Oh mar salado, cuánta de tu sal son lágrimas de Portugal! Para que te cruzáramos, ¡cuántas madres lloraron, cuántos hijos en vano rezaron! ¡Cuántas novias quedaron por casar para que fueses nuestro, oh mar! ¿Valió la pena? Todo vale la pena si el alma no es pequeña. Para pasar el cabo Bojador hay que pasar más allá del dolor. Dios dio el peligro y el abismo al mar, pero en él hizo al cielo reflejar. |