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Crítica de AnnabelLee


AnnabelLee
20 February 2021
República del Altai, Siberia sudoccidental. Año 1978. Un grupo de geólogos sobrevuela esta región de la antigua Unión soviética buscando nuevos yacimientos de hierro. Ante la sorpresa y estupor del piloto, en mitad de la nada, en la zona más agreste de las montañas del Sayán, descubren un par de cabañitas y unos huertos que no figuraban en ningún mapa del país. La zona es conocida por estar totalmente despoblada debido a la dureza del clima con temperaturas que en invierno roza los -50°C. Días después, un grupo de científicos se lanza desde un helicóptero para inspeccionar la zona y descubrir el motivo de la presencia de dichas casas. Ante su sorpresa, aparece una familia formada por Karp Lykov, el padre, y tres de sus hijos: Dmitri, Natalia y Agafia. Son un pequeño grupo familiar de viejos creyentes cristianos ultraortodoxos anclados social y materialmente en el siglo XVII, esta pequeña facción ultraconservadora se escindió de la iglesia oficial tras el intento de modernización por parte del Papa Nikon apoyado por el zar Alejo I de Rusia, aquellos que no estuvieron con los nuevos ritos huyeron de la civilización adentrándose cada vez más en la inhóspita y remota Siberia. Ya en el siglo XX, un pequeño grupo de viejos creyentes se adentró en las remotísimas montañas del Sayán a más de 250 kilómetros de la aldea más cercana o a 4 semanas en barca remontando el río Ierinat. Allí, un matrimonio formado por Karp y Akulina, portando a sus dos hijos apenas bebés, se asentaron lejos de la pecaminosa sociedad moderna pero cerca de Dios. Construyeron una pequeña barraca, cultivaron huertos con los que alimentarse y confeccionaron ropa. Durante más de 40 años los Lykovy vivieron a las espaldas del mundo. No conocían la electricidad, agua corriente ni cualquier comodidad que un ciudadano ruso de la época daba por hechas. Cuando se dio a conocer la noticia, la sociedad del país quedó conmocionada. Se despertó una enorme curiosidad sobre el modo de vida de esta gente que no se había enterado de las guerras mundiales ni de la existencia de aviones, coches, etc.
El público y la comunidad científica quisieron saber todo sobre ellos, sus costumbres, forma de hablar, de alimentarse, su religiosidad extrema... Básicamente cómo había podido sobrevivir un grupo tan reducido sin ayuda de nadie y sin apenas bienes materiales.
Vasili Peskov (1930-2013) periodista del periódico Pravda visitó en diversas ocasiones a la familia Lykovy haciéndose amigo de ellos. A lo largo de varios años escribió una serie de artículos sobre las vivencias de esta familia, les llevó regalos donados por gente de todos los rincones del país, unos fueron aceptados de buen grado, otros rechazados: "no, es pecado".
La historia es narrada con simpatía, sorna y críticas al celo religioso de sus protagonistas. Actualmente solo sobrevive Agafia lykova, de 73 años, la hija pequeña de la familia. Sigue viviendo sola en mitad de la nada, rezando 6 horas diarias, y el resto las dedicas sobrevivir en un ambiente muy hostil pero que no le quita la felicidad y la alegría por la vida. Agafia recibe la visita del médico una vez al año, de tanto en tanto recibe la visita de algún turista-aventurero que rompe la tranquilidad de su vida cotidiana dedicada a Dios. La última noticia que tenemos de esta mujer es del 11 de noviembre de 2020 cuando recibe un cargamento de víveres para soportar el largo invierno en el Altai.
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