En la guerra, las buenas maneras se dejan para las novelas.
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En la guerra, las buenas maneras se dejan para las novelas.
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“En ese instante, Pato cae en la cuenta de lo que significan los cientos de motitas de papel en la orilla que dejan atrás: antes de dirigirse hacia un futuro inmediato e incierto, velado todavía por las tinieblas, todos los hombres de la primera oleada están rompiendo sus carnets de afiliación política y sindical: PCE, UGT, FAI, CNT. Ignoran lo que va a ocurrir en los momentos iniciales del asalto, y no quieren llevarlos encima si caen prisioneros. Uno de esos documentos en manos del enemigo puede llevar directamente al paredón.”
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Pato considera que en ese mismo instante, en algún lugar lejano, tal vez haya una madre, una hermana, una novia que despiertan pensando en él sin saber que está muerto. Quizás uno de los objetos sin valor que ha tirado al suelo quien le vació los bolsillos-- documentos, una cartera abierta, un rosario--sea una carta recibida o escrita unas horas antes de morir: Amado mío, te hecho mucho en falta... Queridos padres,me encuentro bien de salud, lejos del frente...
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En la guerra, aprendió viendo morir a los hombres, se piensa menos con la cabeza que con los ojos.
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Un clásico. Con pan y bandera, hasta la peor escoria puede convertirse en algo decente. A veces.
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Un momento después, cinco sombras pasan a la carrera sin decir palabra, adelantándose. Tras ellas, en cabeza del resto de la tropa, Santiago Pardeiro prosigue su marcha enfrascado en cálculos, suposiciones e intuiciones. Ignora lo que está pasando de verdad, y no sabe que encontrará cuando llegue al pueblo.
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Es lo malo de estas guerras -- va diciendo Olmos, a su espalda--. Que oyes al enemigo llamar a su madre en el mismo idioma que tú, y como que así, ¿no?...Se te enfrían las ganas.
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La prudencia, según dicen los sabios, es madre de la ciencia. O algo parecido. Y él,dos años sin un rasguño ni por Dios ni por la patria, tiene el rabo más pelado que un gato de callejón.
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Por eso las llaman Imparciales. Pero es lo que hay, y también los rojos las usan y las sufren. Pesan casi medio kilo y pueden ser arrojadas, según la fuerza de quién lo haga, a una distancia de veinte o treinta metros. Por si acaso, les quitan a los dos la horquilla de alambre, dejándolas listas para su uso.
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“-Deja que te diga algo, camarada comisario. Nuestros hombres son mejores soldados que hace dos años, pero odian menos que hace dos años. Ya no es una guerra de exterminio de fascistas, sino una guerra donde le ven la cara al enemigo; donde a veces descubren que es del mismo pueblo que ellos y compraba tabaco en el mismo estanco... Eso cambia las cosas, ¿comprendes?”
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¿Quién es el autor/la autora de Episodios Nacionales?