Nos crecen los enanos

Creo que siempre que hago una reseña de algún libro de César Pérez Gellida comienzo diciendo que es una gozada leerlo. Si no lo he escrito explícitamente, aseguro que en las primeras líneas lo doy a entender. Y con “Nos crecen los enanos” no hago excepción, puedo decir que he disfrutado mucho leyéndolo, salvo algún pequeño “pero” que después contaré.
La novela comienza potente como suele hacer César con todas sus novelas, y en esta además, el propio autor hace un pequeño cameo, cosa que quien sea lector habitual de él lo va a captar de inmediato. Que por cierto, es un detalle muy bueno.
La trama tiene mucho que ver con su anterior libro “Astillas en la piel”. de hecho yo diría que es una continuación, ya que el asesino del anterior vuelve a hacer de las suyas en este, tras algún tiempo de inactividad, básicamente por los efectos del coronavirus, su confinamiento, las restricciones de movilidad que hubo en aquellos días. Y aquí es donde viene mi “pero”, y es que aunque me gustan las sagas, donde compartan protagonistas, personal de la policía, etc, lo que no me gusta es que compartan asesino y más habiendo entre un libro y otro un año. Para personas que lean pocos libros seguramente no será problema porque es probable que recuerden la trama, asesino y motivos, pero para personas que suelen leer mucho como es mi caso, que mi media es de unos cien libros al año, me resulta muy difícil recordar a la perfección los detalles de “Astillas en la piel”. Y es aquí donde he andado casi toda la trama intentando recordar detalles. Para mí ha sido un poquito molesta la sensación. Ahora, también digo que si no has leído el anterior libro, este se puede leer perfectamente, pero te vas a perder muchos detalles y cosas que pasaron en el anterior que influyen directamente en este.
Me ha encantado reencontrarme con personajes conocidos y con otros muchísimo más conocidos, no digo cuales por no romper la sorpresa a los seguidores de César. Las relaciones entre los personajes va madurado y virando hacia terrenos completamente inesperados para mí. He he echado las manos a la cabeza en más de una ocasión. A César le gusta jugar con sus personajes y lo que es peor, con los lectores.
El final es de infarto y dicho sea de paso, no muy apto para cerebros sensibles. El problema de “Nos crecen los enanos” es que el autor a pesar de haber dejado la trama cerrada, nos ha dejado con ganas y muchas, de saber más, mucho más. Y al final de sus páginas, solo he podido decir esa coletilla que tanto gusta decir a Sancho: ¡Hay que joderse!