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Mercedes Cebrián Coello (Traductor)
ISBN : 8493711063
131 páginas
Editorial: Impedimenta (01/09/2009)

Calificación promedio : 4.06/5 (sobre 9 calificaciones)
Resumen:
Novela cumbre de la «Literatura Bartleby», auténtico símbolo generacional, Un hombre que duerme narra la peripecia de un estudiante que decide no levantarse de la cama el día de sus exámenes de Sociología, abandonar sus estudios, romper toda relación con amigos y parientes, y recluirse en sí mismo y en su chambre de bonne, donde todo es gris. Más tarde se dedicará a deambular incansable por París, a ir al cine, a leer los titulares de los periódicos, pero como lo ha... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (4) Añadir una crítica
Guille63
 06 March 2023
Un hombre que duerme” se abre con una cita de Kafka:

«No es necesario que salgas de casa. Quédate a tu mesa y escucha. Ni siquiera escuches, espera solamente. Ni siquiera esperes, quédate completamente solo y en silencio. El mundo llegará a ti para hacerse desenmascarar, no puede dejar de hacerlo, se prosternará extático a tus pies.»

Este será el camino elegido por nuestro protagonista una vez que, como si de un Gregor Samsa se tratara, se descubre un buen día enfrentado a una terrible verdad, “no sabe vivir, nunca sabrá”.

«¡Esta caldera, este horno, esta parrilla que es la vida, estos miles y miles de requerimientos, de provocaciones, de amenazas, de exaltaciones, de desesperaciones, este baño de obligaciones que nunca se acaba, esta eterna máquina de producir, de triturar, de engullir, de superar baches, de volver a empezar de nuevo una y otra vez, este dulce terror que insiste cada día, cada hora de tu ínfima existencia!»

A partir de ese momento epifánico le acompañaremos en sus interminables itinerarios parisinos que le llevarán tediosamente por bares, cines, cafés, verbenas, museos, mercados, bibliotecas, escaparates, parques, siempre sin objetivo, siguiendo su propia sombra o una espalda gris. Persiguiendo un anhelo de serenidad sin hastío ni amargura utilizará solo las palabras justas y necesarias, no habrá saludos ni disculpas ni relojes ni carcajadas, solo el abandono de fines, de proyectos, de deseos, de elecciones…

«Caminas o no caminas. Duermes o no duermes. Bajas tus seis pisos, vuelves a subirlos. Compras le Monde o no lo compras. Comes o no comes. Te sientas, te acuestas, te quedas de pie, te deslizas dentro de la sala oscura de un cine. Enciendes un cigarrillo. Cruzas las calles, cruzas el Sena, te detienes, te vas. Juegas al millón o no juegas. »

Pero algo no va bien. Una prosa lírica y bella va poco a poco contradiciendo en su forma este anhelo de ser piedra, de ser árbol, de ser rata. La voz, en segunda persona y en tiempo presente, con frases muy cortas o muy punteadas, haciendo continuas enumeraciones, va adquiriendo un ritmo, una impaciencia que casa poco o nada con lo que debería ser el estado anímico del protagonista. Una rabia creciente va tiñendo sus reflexiones, un subterráneo enfrentamiento con la vida elegida le va despertando. Nada ha podido evitar que se muerda las uñas, ni que de forma incesante entrelace y desenlace los dedos. Las ratas no buscan conciliar el sueño durante horas. Las ratas no se despiertan sobresaltadas, invadidas por el pánico, empapadas en sudor. Las ratas no sueñan. Por fin, llega el grito:

"Deja de hablar como un hombre que sueña. ¡Mira!"

No es esta, como dijo Camus acerca de su novela El extranjero, citada expresamente en el libro, una novela realista ni fantástica. Su protagonista es uno de esos personajes improbables que encarnan una forma de hacer frente a un problema existencial, uno de esos personajes que son la novela. Un Bartleby, que también tiene su propia cita en el relato, sí, pero un Bartleby que aprende, un Bartleby que descubre que esa postura que pretendía ser una victoria de la libertad no era en sí misma más que una rotunda derrota de la vida.

No, no es Bartleby, ni tampoco Meursault. No está muerto. No se ha vuelto loco. Todo lo contrario, siente, tiene miedo, sí, pero siente y ya espera, espera "a que la lluvia deje de caer". Quién sabe lo que vendrá después.
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SirPhilosophiae
 19 March 2022
𝘜𝘯 𝘩𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘶𝘦𝘳𝘮𝘦 es la narración de la cotidianeidad de un Bartleby a la francesa. Todo comienza cuando un estudiante de Sociología, agazapado en su buhardilla en París, decide no levantarse de la cama para ir a sus exámenes, enarbolando la bandera del ya conocido 𝘐 𝘸𝘰𝘶𝘭𝘥 𝘯𝘰𝘵 𝘱𝘳𝘦𝘧𝘦𝘳 𝘵𝘰. A partir de ese momento, toda la fuerza de la narración se concentra en presentarnos a una persona cuyo único proyecto será "esperar, hasta que no haya nada más que esperar" (pág. 48): reducir todas sus acciones al terreno de la neutralidad, abandonándose al fluir del tiempo para escapar de un mundo que se le aparece como un continuo 𝘥é𝘫à 𝘷𝘶 —o más exactamente, 𝘥é𝘫à 𝘷é𝘤𝘶—; como una repetición, pero mutilada. Un eterno retorno que, a diferencia del nietzscheano, elude el aspecto positivo que éste encontró en el mismo, a saber: mientras que en Nietzsche el eterno retorno supone un principio orientador de todas las acciones bajo el peso de la pregunta "¿quieres que se repita esto una e innumerables veces más?"¹, en Perec encontramos únicamente la repetición desnuda, es decir, una repetición en la que simplemente constatamos que todo lo que 𝘦𝘴 y 𝘴𝘦𝘳á ya 𝘩𝘢 𝘴𝘪𝘥𝘰 previamente. Pero no hay en esta obra, insisto, ese aspecto productivo de la repetición que orienta nuestras acciones. al contrario, la repetición conduce al protagonista a vivir en un estado de contemplación sin finalidad, de neutralidad valorativa, de reposo total, en definitiva, una vida vegetal, una vida puesta en paréntesis, anulada.

Sin embargo, en las últimas páginas, este proyecto de afrontar la vida desde la indiferencia para tratar de sobrellevarla se le revela como una farsa inútil:

"No has aprendido nada, salvo que la soledad no enseña nada: era un engaño, una ilusión fascinante y con trampa. Estabas solo y ahí estaba todo y querías protegerte; que entre el mundo y tú los puentes se suprimieran para siempre. Pero eres tan poca cosa y el mundo es una palabra tan grande: no has hecho sino errar en una gran ciudad, bordear fachadas durante kilómetros, escaparates, parques y muelles.
[...]
Durante mucho tiempo has construido y destruido tus refugios: el orden o la inacción, la deriva o el sueño, las rondas nocturnas, los instantes neutros, la fuga de las luces y las sombras. Quizá podrías, aún durante mucho tiempo, continuar mintiéndote, embruteciéndote, emperrándote. Pero el juego ha terminado, la gran juerga, la ebriedad falaz de la vida suspendida. El mundo no se ha movido y tú no has cambiado. La indiferencia no te ha dejado indiferente.
[...]
No. Ya no eres el dueño anónimo del mundo, aquél sobre el que la historia no tiene peso, el que no sentía caer la lluvia, el que no veía llegar la noche. Ya no eres el inaccesible, el límpido, el transparente. Tienes miedo, esperas. Esperas, en la place Clichy, a que la lluvia deje de caer" (pp. 128-131).

No hay, en definitiva, refugio para evitar nuestro ser-en-el-mundo. Quizá solo nos queda —volviendo a Nietzsche— el decir sí a cada instante por doloroso que sea: la afirmación de la vida en su totalidad.
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¹ Parágrafo 341 de Nietzsche, F., 𝘓𝘢 𝘎𝘢𝘺𝘢 𝘊𝘪𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢.
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Lucha
 04 September 2017
Perec es un autor de las cosas mínimas, de las cotidianas, de los pisos y las pisadas que conforman la vida de cualquier hombre, en este caso, Un hombre que duerme, en esta obra el personaje, una mañana deja de interesarse por el mundo, por sus estudios universitarios de sociología, por su vida social y familiar, entonces permanece sin hacer nada en su humilde buhardilla ubicada en París, duerme todo el día y sale a deambular por esta ciudad en las noches. Narrada en segunda persona, esta novela nos enfrenta, como un espejo, a la desazón existencial que todos sentimos, por lo menos una vez en la vida, a la apatía que provoca estar sumergidos en la rutina y también al impulso de no hacer nada. Ese no hacer nada como acto de rebeldía, en un mundo en el que estamos obligados a crear y producir, entonces dormir todo el día o caminar sin señalar un destino, pueden ser actos revolucionarios, aunque, como le pasa al protagonista de esta obra, esos actos lo conduzcan a una vida marcada por la indiferencia, vida que puede llevarle, por falta de humanidad, a la locura.
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Juliiann0
 06 March 2020
RECOMENDADO:
Un hombre que duerme de Georges Perec (1936-1982)

Novela -Narrativa francesa -
Literatura francesa del grupo OuLiPo

Uno de los más importantes autores de la literatura francesa del Siglo XX. Experimental e innovador en el estilo de narrar, renuente a los límites formales impuestos en la creación literaria. Se ha convertido en un autor de culto con el paso de los años. Logró erigirse con sus obras "Un hombre que duerme" y "La vida instrucciones de uso"; esta última ha sido comparada con grandes obras clásicas a la medida de nuestro tiempo, como Las mil y una noches, Ulises, La divina comedia o Los cuentos de Canterbury. Dibujó escenarios donde el absurdo, el vacío, la concepción de la nada, eran una constante. Sus palabras compuestas le dan un carácter introspectivo a cada uno de sus personajes, en ocasiones enigmáticos.
Su mayor influencia fue F. Kafka y perteneció al Grupo OuLiPo en el quese encontraba Italo Calvino.

"Entre los libros que me cambiaron la vida estuvieron siempre los de Perec. Recuerdo haberlos leído con fascinación" -Enrique Vila-Matas-

Fue laureado con premios importantes en el ámbito literario:

Premio Renaudot 1965; Premio Jean Vigo 1974; Premio Médicis 1978.

@Juliiann0
Enlace: https://www.instagram.com/p/..
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Citas y frases (4) Añadir cita
SirPhilosophiaeSirPhilosophiae19 March 2022
Frente al mundo, el indiferente no es ni ignorante ni hostil. Tu propósito no es redescubrir las saludables alegrías del analfabetismo, sino, al leer, no conceder ningún privilegio a tus lecturas. Tu propósito no es ir desnudo por ahí sino estar vestido sin que eso implique necesariamente afectación o abandono; tu propósito no es dejarte morir de hambre, sino solamente alimentarte. No es que quieras llevar a cabo estas acciones con total inocencia, pues la inocencia es un término demasiado fuerte: solamente, simplemente, si es que ese “simplemente” tiene algún sentido, dejarlas en un terreno neutro, evidente, desprovisto de todo valor, y no, ante todo no, funcional, porque la funcionalidad es el peor de los valores, el más hipócrita, el más comprometedor, aunque patente, fáctico, irreductible; que no haya nada más que decir: lees, estás vestido, comes, duermes, caminas, que sean acciones, gestos, pero no pruebas, no monedas de cambio: tu ropa, tus alimentos, tus lecturas ya no hablarán en tu lugar, ya no tendrás que hacerte el listo a través de ellos. Ya no les confiarás más la agotadora, la imposible, la mortal tarea de representarte.
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SirPhilosophiaeSirPhilosophiae19 March 2022
Apenas has vivido y sin embargo ya está todo dicho, terminado. Solo tienes veinticinco años pero tu senda está toda trazada. Los roles asignados, las etiquetas: del orinal de tu primera infancia a la silla de ruedas de tu vejez, todos los asientos están ahí y esperan tu turno. Tus aventuras están tan bien descritas que la revolución más violenta no haría pestañear a nadie. Da igual que bajes la calle lanzando por ahí los sombreros de la gente, cubriéndote la cabeza de basura, descalzo, publicando manifiestos, disparando con un revólver al paso de cualquier usurpador: tu cama ya está hecha en el dormitorio del asilo, tus cubiertos dispuestos en la mesa de los poetas malditos. […] Todo está previsto, todo está preparado hasta el menor detalle: los grandes impulsos del corazón, la fría ironía, la aflicción, la plenitud, el exotismo, la gran aventura, la desesperación. No le venderás tu alma al diablo, no irás, en sandalias, a arrojarte al Etna, no destruirás la séptima maravilla del mundo. Todo está ya preparado para tu muerte: la bala que acabará contigo se fundió hace mucho, las plañideras ya han sido designadas para seguir tu ataúd.
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SirPhilosophiaeSirPhilosophiae19 March 2022
A lo largo de las horas, los días, las semanas, las estaciones, te vas desprendiendo de todo, desvinculando de todo. Descubres, a veces casi con una especie de embriaguez, que eres libre, que nada te pesa, ni te gusta ni te disgusta. Encuentras, en esta vida sin desgaste y sin otro estremecimiento que esos instantes suspendidos que te procuran las cartas o ciertos ruidos, ciertos espectáculos que te proporcionas, un bienestar casi perfecto, fascinante, a veces henchido de emociones nuevas. Experimentas un reposo total, estás, en cada momento, resguardado, protegido. Vives en un paréntesis venturoso, en un vacío lleno de promesas del que no esperas nada. Eres invisible, límpido, transparente. Ya no existes: a la sucesión de las horas, a la sucesión de los días, al paso de las estaciones, al fluir del tiempo sobrevives, sin alegría ni tristeza, sin porvenir ni pasado, así, simple y obviamente, como una gota de agua que salpica en el grifo de un descansillo, como seis calcetines en remojo en un barreño de plástico rosa, como una mosca o como una ostra, como una vaca, como un caracol, como un niño o como un viejo, como una rata.
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LuchaLucha04 September 2017
No has aprendido nada, sólo que la soledad no enseña nada, que la indiferencia no enseña nada: era un engaño, una ilusión fascinante y traicionera. Estabas solo y eso es todo, y querías protegerte; que entre el mundo y tú los puentes se rompieran para siempre. Pero eres muy poca cosa y el mundo es una palabra muy altisonante...
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Video de Georges Perec (1) Ver másAñadir vídeo
Vidéo de Georges Perec
Del escritor francés Georges Perec, fragmentos de la vida, instrucciones de uso, y párrafos del libro Un hombre que duerme.
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