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Crítica de Gemmaentrelecturas


Gemmaentrelecturas
18 June 2022
¿Podría decir que sentimientos, emociones he sentido en esas primeras cien páginas? Complicado, ha sido una sacudida en mi interior difícil de etiquetar. Y esta opinión no hará justicia al libro, porque no quiero estropear la sorpresa ni revelar nada que elimine esos giros fantásticos de la novela. 
 
«Mi hija no fue un cuerpo abandonado en un callejón».
 
Emociones y sentimientos.
 
Sentí el miedo que describe la madre de Alegría. Sí, como mujer he sido educada en el miedo, como herramienta de supervivencia, no de sometimiento. No vengas sola, si se te hace tarde me llamas y te recojo, evita los callejones y los soportales, si el vagón del metro se queda vacío, busca uno con gente…, ¿alguien recuerda al violador del ascensor o el violador de la Paz? Pues con esas noticias crecimos mis amigas y yo en el barrio de Fuencarral. He sentido enfado, tristeza y asco, las emociones comunes por excelencia junto con la alegría, que la sentiréis a raudales en la figura de una niña que come patatas fritas ante la atenta mirada de su madre. Pero también sorpresa, porque no me esperaba ese giro, y cuando se produce reconozco una sensación que dura apenas unos segundos, alivio y esperanza, es la mano que tiende el escritor al lector, para liberar de esa carga extrema a la que te  lleva, pero luego te deja caer al vacío, podría haberse salvado si no fuese por el odio.
 
Una historia que ataca dentro de nuestro cerebro, el miedo de Alegría y la rabia de su madre al imaginar los últimos minutos de vida de su hija. Vemos, oímos, escuchamos, olemos, son reales y de nuestra conciencia nace el asco hacia Criminal, Matón, Idiota, Verdugo y Bicho. Sus frases, sus palabras, sus gestos y acciones, nos ahogan, aprietan nuestra garganta y ligamos esas experiencias sensoriales que Paul Pen describe en esas cien primeras páginas con emociones y esta a su vez con sentimientos.
 
¿Cuál es el sentimiento más potente de toda la novela? El amor, de una madre a su hija. Pero encontraremos muchos más. Está el afecto de la madre hacia Aire, Luz y Vida, en ellos la gratitud. La indignación de la madre a Hiel. La venganza.
 
Pero no te sientes mucho mejor cuando descubres que el sistema judicial está lleno de matices, violación frente abusos sexuales, varía la pena de cárcel. Y la novela de Paul Pen pone mi foco de atención en un punto, una reflexión que se hace necesaria, la revisión del Código Penal, adaptar los delitos sexuales a la realidad. La víctima no debe demostrar la violencia ni la intimidación, la víctima es víctima y su vida no volverá a ser la misma. Y no voy a ser menos transigente con la frase, cómo no podemos determinar quién hizo qué pasamos por alto la agresión. No hay que ser muy listo para saber que se fomenta la agresión en grupo escudados en el anonimato.

Y la ausencia de nombre para la madre, quizá Paul Pen nos recuerde que de este horror no estamos exentos ninguna madre, todas podemos ser la madre de Alegría, ¿qué haríamos? 
 
Una lectura que no es recomendable para todos los lectores, sacude y fuerte, sí, necesaria para reflexionar sobre la civilización moderna y justa en la que nuestra sociedad se sustenta.   


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