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Todavía estoy rumiando la intensa brevedad de esta novela que, de haber sido escrita por un autor inglés, británico o asiático, sin duda alguna se contaría entre las mejores del género de todos los tiempos. Escrito con una sencillez aplastante, la novela derrocha virtuosismo precisamente por eso mismo, por la delicada forma que tiene de narrar los acontecimientos, así como por el trabajo inmenso de construcción de los personajes, Alba y Dídac. El autor tiene la habilidad de conseguir que el trasfondo de la historia sea solo eso, un trasfondo, y poco importe (casi nada, eh, un apocalipsis total en la tierra provocado por una civilización alienígena), de modo que todo el peso narrativo queda sobre los hombros de dos niños que tienen que aprender a reciclarse y a sobrevivir. Una suerte de Robinsones, en un mundo al estilo de Soy Leyenda, y con algunos fragmentos tiernos y que evocan al lago azul. Una delicia en todos los sentidos. Este mecanoscrito del segundo origen es una joya para exhumar y exportar. |
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