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Crítica de Ferrer


Ferrer
29 September 2019
La editorial argentina Mardulce ha publicado la primera novela de Pasolini, titulada El sueño de una cosa, que vio la luz por primera vez en castellano en 1970 en Venezuela. Dos años en la vida de tres jóvenes campesinos de Friuli, entre 1948 y 1949, que son precisamente los años de redacción del texto. La migración es una escapatoria a la dura miseria entre la injusticia y las penurias, el desengaño y el desasosiego, para ir de la ilusión a la dolorosa pérdida de la inocencia; los protagonistas, muchachos despojados, pelean por mantener vivo el “sueño de la cosa”, esa esperanza de redención y justicia que no hallan en la sociedad italiana; el hambre, la incertidumbre y la falta de oportunidades juegan en su contra.
El italiano Pier Paolo Pasolini (1922-1975), contradictorio y obsesivo, agitador y soñador, incómodo por su furor antiburgués y su compromiso progresista, es más reconocido como cineasta que como escritor. Su primer libro de versos, Poesia a Casarsa (1942), evoca su Friuli natal por medio del dialecto materno empleado en su composición. En 1949 se ve envuelto en un escándalo de tintes homosexuales que le cuesta la expulsión del Partido Comunista y su marcha a Roma. Pasolini cambia el entorno bucólico y un tanto arcaico del pueblo materno (que se respira en la novela El sueño de una cosa) por la cosmopolita Roma y sus suburbios, habitados por jóvenes con la muerte como aspiración cual tenaza. En 1955 escribe su novela Chicos del arroyo, que le vale un proceso judicial en contra por obscenidad. Un libro alejado del neorrealismo imperante por la falta de un orden cronológico en la narración, sin un claro protagonista ni nexos causales. La novela Una vida violenta (1959) posee rasgos menos polémicos para la sociedad de la época, pero no por ello obvia la falta de horizontes de una población de agresividad irreflexiva. En 1959 cierra la revista Officina, creada en 1955 por, entre otros, Pasolini, quien defiende en sus páginas postulados experimentalistas y neovanguardistas, así como una revisión del marxismo. Sus dos primeros filmes, tras su labor como guionista, son Accattone (1961), un ensalzamiento del héroe epónimo que contó con Bertolucci como ayudante de dirección, y Mamma Roma (1962), ambientada en exteriores suburbiales desolados. Las dos películas son muestras de un cine social de indagaciones poético-proletarias.
La urgencia de vivir intensamente está presente en la citada El sueño de una cosa, protagonizada por el “frívolo” Nini, el “loco” Eligio y Milio, “todos tenían muchos pensamientos en el corazón y poco dinero en los bolsillos” y dudan entre seguir la marea banal o permanecer en una periferia sin sol. La resignación es el límite de su espíritu y el ejército, una opción para comer todos los días, al igual que la mina es un sinónimo de trabajar para morir. Con su prosa, Pasolini mide los abismos del mundo y del ser humano, porque el tema de toda su creación ficcional, que tiende a confundirse con la vida, es la condición del hombre: sus esperanzas, su desesperación, sus dudas, su deseo de relacionarse con los otros y con una realidad desencajada que existe fuera de su vida cotidiana. Pasiones laicas sin ánimo redentor, una pulsión reivindicativa contra las convenciones sociales, junto a los oprimidos y desplazados y frente al consumismo mercantil. Ni siquiera se salva la Yugoslavia comunista en esos “días de esperanza, la guerra ya parecía lejana y para la juventud comenzaba la vida”.
Pasolini desarrolla una ilusión de vida reconocible, un aire de realidad al decir de Henry James, que se traslada al terreno de la ficción novelesca cuando nos narra aquello que los personajes sienten para sí. El cineasta Jan Svankurajer afirmó que “la imaginación es subversiva porque contrapone lo posible a lo real” y eso es precisamente lo que logra Pasolini con la complicidad del lector. Aunque al final de la primera parte, cuando se producen las protestas laborales, decrece la tensión narrativa y la novela queda un tanto deslucida, el conjunto es un certero retrato de época materializado por un autor insatisfecho, por entonces de notable inconformismo incipiente. Esa es su impronta.
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