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Crítica de Soniarcr


Soniarcr
26 October 2021
«Pues anteayer (para venir al asunto) estuvo el comandante […] haciéndome reír con sus manías», cuenta la marquesa Francisca Taboada (Asís), la protagonista de Insolación, al inicio de la novela. «Le sopló la ventolera de sostener que España es un país tan salvaje como el África central […] El primer rayito de sol de España […] no bien asoma, produce una fiebre y una excitación endiabladas… Se nos sube a la cabeza».
Es en Madrid, en la tertulia semanal en casa de la duquesa de Sahagún, donde Emilia Pardo Bazán introduce la presencia del ya conocido comandante Gabriel Pardo de la Lage (La madre naturaleza), que representa el personaje anacrónico de la acción, la nota discordante de un piano supuestamente afinado. En este caso la elocuencia de su discurso es el preludio de los posteriores acontecimientos, por lo que conviene prestar atención a sus palabras: con el sol sale a relucir la naturaleza salvaje de los españoles. Suena a chiste claro, o a película de terror. Imagínense el posible argumento: mientras el hombre en París se transforma en lobo por influjo de la luna llena, el español deviene en bárbaro con el sol. «Aquí está nuestra amiga Asís, que […] sería capaz, al darle un rayo de sol en la mollera, de las mismas atrocidades que cualquiera hija del barrio de Triana…», manifiesta Gabriel Pardo sin tapujos. Por supuesto, Asís se toma la perorata del comandante por el lado de la guasa, y, con motivo de la festividad de San Isidro, le pregunta en tono burlón: «¿También criticará usted las ferias y el santo?» A lo que Gabriel Pardo responde: «Aquello es un aquelarre, una zahúrda de Plutón». «¡Qué teorías, Dios misericordioso!», exclama Asís, y, haciendo caso omiso de las advertencias, se va al día siguiente a la feria, acompañada del guapo de la tertulia, el joven gaditano Diego Pacheco, un mujeriego «de tomo y lomo».
Leer Insolación, publicada en 1889, sabiendo que es la viva reproducción de la pasión amorosa y sexual de la propia Emilia Pardo Bazán, suscita el deseo de conocer la identidad de ese señor tan pícaro que dinamitó los cimientos de su tan asentado catolicismo. «Pero, ¿es de veras? Pero, ¿me ha pasado eso?», se pregunta Asís, el día después de San isidro. «Confiesa, Asís», se espeta a sí misma: «No andemos con sol por aquí y calor por allá […] Nada chica, nada. Un pecado gordo en frío […] ¡Te luciste!»
Gracias a la publicación de “Miquiño mío”: Cartas a Galdós, sabemos que el gran amor de Emilia Pardo Bazán fue Benito Pérez Galdós. En él probablemente está basado el personaje de Diego Pacheco, pues ambos comparten ciertos rasgos de carácter: son silenciosos y reservados en sociedad, y efusivos y pasionales en la intimidad. «Con decirte que somos jóvenes, y que no hay mayor tontería que llegar a la vejez sin probar cuánta manzana y cuánto melocotón y cuánta breva dan los frutales de la vida…», escribe Don Benito en La Incógnita, novela epistolar en la que habla de sus sentimientos hacia Emilia (encarnada en el personaje de Augusta); y donde se percibe el juego de seducción (al igual que en Insolación) con sus tácticas de «tira y afloja», resistencia femenina y «acoso y derribo» masculino hasta la consecución del amor carnal.
El empleo del narrador en primera persona favorece aún más la identificación entre Emilia Pardo Bazán y el personaje de Asís Taboada, que comparte con la autora ciertos rasgos de carácter biográfico (figura paterna, origen y clase social e infeliz matrimonio) y también un característico sentido del humor. de hecho la novela está escrita en tono jocoso, con un lenguaje conciso, ingenioso, mordaz, e incluso coloquial. Los personajes hablan de forma natural, con sus expresiones castizas, su peculiar acento y/o su mala pronunciación: «Arrastrá, condená, tía cochina, que malos retortijones te arranquen las tripas, y malos mengues te jagan picaíllo a los jígados…». Todo ello provoca enseguida la simpatía y la hilaridad en el lector. Además, las escenas mostradas, con unas descripciones soberbias, son de un costumbrismo y un casticismo feroz, y reflejan ese ambiente de jarana, juerga o cachondeo tan propicio para la desinhibición amorosa de los protagonistas.
La novela, por tanto, con una mescolanza del naturalismo, el costumbrismo, el romanticismo, el realismo y la introspección, resulta original e inédita, alejada de las corrientes literarias del momento, donde los máximos exponentes del romance son las novelas realistas Anna Karénina y Madame Bovary, ambas de tono trágico y desenlace fatal. Y esto sucede, no porque Emilia busque innovar, sino porque utiliza todos los recursos que conoce para narrar de la mejor forma posible la historia que quiere contar, reivindicando así el derecho de la mujer al amor, a la pasión y a la sexualidad.
Emilia critica la doble moral de la sociedad y habla sin cortapisas de la monarquía, de la iglesia, de la diferencia de clases y de las costumbres de la época, sin obviar las polémicas corridas de toros. Estas cuestiones captan sin duda nuestra atención, sin embargo, lo que buscamos con ahínco en Insolación es la respuesta a las habituales preguntas: ¿Conseguirá Pacheco llevarse a Asís al huerto? ¿Será amor o solo sexo? Suceda lo que suceda, querido lector, «la culpa la tiene el sol».

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