Las estrellas son negras

Irra, el personaje creado por Arnoldo Palacios para ser el narrador de está historia que sucede en 24 horas, es en su forma y en su fondo, el retrato de la unión en un solo joven del abandono de una región, de la pobreza extrema, del racismo, del clasismo, de la voluptuosidad, de los anhelos rotos y de los estragos que todos estos factores causan en el entorno, el cuerpo y mente de una persona que no encuentra una solución racional a todos sus conflictos y por el contrario su despertar al mundo hace que se deje llevar por sus pasiones más primarias.
La vida y los pensamientos de Irra suceden durante los días del bogotazo, pero en una región muy apartada de la capital del país, el y su familia intentan sobrevivir en Choco, más exactamente en la Quibdó a orillas del río Atrato, en la que el hambre y la miseria son realidad intrínseca para la población negra y los lujos y las apariencias, la fachada de los blancos y de quienes estén dispuestos a servirles en silencio.
El día de vida durante el que acompañamos al joven protagonista, es turbulento en su mente y en sus actos, cargado de violencia familiar, de hambre, de ansiedad, de abusos a cambio de dinero, de constantes deseos de justicia así esta deba conseguirse por mano propia, de un despertar sexual cargado de culpa, de abandono, de dolor, de muerte y también en un acto de gracia de la pluma del autor, de esperanza.
Escrita con un lenguaje contundente, escueto, combinado con la representación literaria del habla del pueblo, la narración es un golpe de realidad frustrante, y lo es más, al confirmar que mas de 70 años después de haber sido escrita, muchas de las condiciones de vida para estas poblaciones siguen siendo igual de precarias, el abandono y abuso del estado no ha cambiado, sigue existiendo esta irracionalidad provocada por el desconsuelo y dolor que produce el hambre física y mental.

«Quien muere de hambre es víctima de un asesinato». Jean Ziegler

El universo de esta historia es Chocó; Irra, una de las estrellas, un adolescente que vino al mundo, y antes de que el llanto explotara en él como aliento de vida, el hambre se le pegó al ombligo como un cordón umbilical.

Irra nació con el hambre acumulada de su pueblo, de su familia; hambre no solo de alimento, si no también, de reconocimiento. Hambre de ser visto, de que por un momento, aunque sea por unos segundos, los ojos de todo un país se posaran en ellos.

Hambre de conocimiento, de ciencia y de letras, de acceso a una educación que les diera opciones y les garantizara la posibilidad de elegir; hambre de un cuaderno, de un lápiz, de un libro, de un espacio, donde su imaginación volara para poder narrar historias, pero también hambre por los números y por las cuentas que algún día transformarán esos pesos, en miles y en millones.

Hambre por agua potable y por un acueducto, por la posibilidad de tomar de este elixir de vida, sin que con ella vengan parásitos invasores que les arrebaten los pocos nutrientes que logran asimilar cuando, la ventura y el buen corazón, les proveen un poco de pan. Hambre por no tener que soportar los hedores propios y ajenos y poder disfrutar solo del agradable olor de las flores, del río, de los árboles.

Hambre por poner sobre su cuerpo adecuados vestidos que los protejan del frío que entumece, pero a la vez, también, del sol que los quema.

Hambre por aquella cualidad que en los países latinoamericanos, incluida Colombia, es un privilegio de pocos y un beneficio al cual solo tienen derecho los miembros de ciertos niveles de la sociedad, sí, las estrellas del libro, incluido Irra, tienen hambre de dignidad.

Libros como este nos permiten acercarnos a una realidad que para muchos de nosotros es desconocida, porque no nos afecta, porque no nos limita y aunque suene cruel y horroroso, porque a la mayoría no nos importa, hasta que un día esa realidad golpea nuestra puerta y se nos convierte en una necesidad, solo ahí nos empieza a parecer importante, cobrando relevancia lo que dijo alguna Vez Arturo Pérez-Reverte «No hay como el hambre, ¿Verdad? Para cambiar los puntos de vista».