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La madre que me trajo. Menuda montaña rusa de emociones. El primer libro fascina por lo bien definido que está este grotesco universo, por lo extremos que son algunos personajes y porque las tramas palaciegas están muy bien llevadas. Pero con este segundo libro la autora se ha superado. Laurent y Damen ponen rumbo al sur, dirección a Akielos, y la ruta promete ser un auténtico pulso de poder entre el regente que quiere quedarse con el trono y el desacreditado príncipe heredero que está a las puertas de obtener la mayoría de edad y, con ella, el legítimo derecho a la corona. No sé por dónde empezar. Hay mucho que analizar, y me cuesta aclarar las ideas con lo épico que es el final, la verdad. Es fascinante la evolución de Laurent. No es que crezca, sino que lo llegamos a conocer más allá de lo que vimos en el primer libro. Una de las cosas que más me gusta de esta saga es que Damen nos narra la historia y, como suele pasar cuando lo vemos todo desde una única perspectiva, es una narrador poco fiable: nos cuenta las cosas tal y como las ve, a través de sus ojos, que miran a través de sus propias ideas preconcebidas y sus prejuicios. Esto es genial porque la autora consigue guiar o engañar mejor al lector, nos pone en un papel en el que no sabemos del todo cuándo Damen está dando en el clavo o está siendo manipulado, y nosotros con él. Esto influye sobre todo en el personaje de Laurent, así como en el de su tío, el regente. Laurent continúa siendo un hombre dado a la tirantez y que se muestra frío. Pero durante su viaje, Damen empieza a ver más allá de eso, a través de las múltiples capas del príncipe, y es imposible no empezar con él; sin justificar, por supuesto, algunas cosas que hace en el primer libro. Pero hay incluso las atrocidades casan bien con la construcción de su personaje, un niño que lo perdió todo con la muerte de su hermano, con su tío cómo única familia (y no hace falta que aclaren lo que pasó para saberlo...); trata de luchar, de ganar una batalla que tiene casi perdida desde el principio. Cuando aparece Damen como su esclavo, como una nueva pieza de ajedrez en el tablero, actúa como creo que tiene que hacerlo para ganar, para sobrevivir. Es fascinante lo por delante que está a veces. Cómo en ocasiones te olvidas de un movimiento que hicieron y luego cuando ves el resultado te quedas con cara de sorpresa porque Laurent tenía todo planeado sin que tú (Damien, en realidad) te dieses ni cuenta. También llegamos a conocer mejor a Damen quién, con su fascinación por Laurent, se ve en una encrucijada. Es increíble ver el cambio paulatino de su actitud hacia el príncipe. Cómo al principio está ahí contra su voluntad, por un fin común, con su libertad final como único objetivo... Y cómo esto va cambiando, poco a poco, hasta que al final te mueres por dentro con estos dos porque ¡¡MADRE MÍA!! Los secundarios también te dejan pasmada en más de una ocasión. Ay, las traiciones que no te ves ni venir. Hay cada giro que te deja de piedra, sin poder creer lo que está pasando. Además, no es de esas historias en las que todo va bien para nuestros protagonistas y sus aliados... Sufren revés tras revés hasta dejarte con una sensación de desesperanza que culminará en el tercer libro. No puedo esperar para saber qué sucederá ahora que Damen vuelve a ser Damianos (aunque está claro que Laurent lo sabía desde que vio su cicatriz por primera vez, y cada vez que habla de Kastor con Damen o del propio Damianos, queda más claro. No hablemos ya de cuando dice que le recuerda a su hermano... En ese momento casi morí). Podéis seguir hablando y desentrañando esta novela, pero creo que es mejor dejarlo aquí y ponerme con la siguiente porque necesito saber qué diablos sucederá a continuación. + Leer más |