La Atlántida

Nos encontramos ante el tipo de novela de aventuras por antonomasia. Pierre Benoit consiguió en 1919 tener masas de lectores absortos en las páginas de su obra, tanto fue así, que ya en 1921 vio la luz la primera adaptación cinematográfica. Aunque sus primeras páginas se nos pueden antojar un poco lentas dado el esfuerzo de contextualización de la historia que realiza el autor, en el momento en que los protagonistas comienzan su periplo, volaremos por sus páginas dispuestos a desentrañar el misterio que nos anuncia su propio título.

La historia se sitúa en el Sahara, en un destacamento de soldados franceses a principios del siglo XX. En este contexto, el teniente Saint-Avit narra las vicisitudes de su misión con el capitán Morhange (de cuya muerte es sospechoso) al Hoggar, en el seno del desierto. En su andadura conocieron unas misteriosas inscripciones que parecían contener una única palabra: Antinea. Siguiendo las pistas de estas inscripciones llegaron (de una manera que no adelantaremos aquí) al continente perdido de la Atlántida que Benoit, en una curiosa interpretación de los diálogos de Platón, sitúa en medio del Sahara. Allí conocen a Antinea, descendiente de Atlas y claro estereotipo de “femme fatale” que tendrá preparado para ambos oficiales un oscuro destino.

No me sorprende que la novela causara sensación en la época y que se llegaran a realizar hasta siete adaptaciones cinematográficas. Una vez que el periplo de los personajes principales comienza, la historia adquiere un ritmo que no da tregua, con paisajes tremendamente evocadores, situaciones peligrosas e individuos exóticos (especialmente para lo que estarían acostumbrados los lectores de aquellos años). Cabe destacar todo el trabajo de investigación realizado por Benoit acerca de la Atlántida que perpetuó Platón a través del Timeo y el Critias, y su esfuerzo por darle una vuelta de tuerca más a la localización de este lugar que permanece tan real en el imaginario colectivo. La erudición del personaje de le Mesge es especialmente reseñable a este respecto. Por otro lado, el erotismo sin ambages de la novela supone toda una sorpresa si tenemos en cuenta la fecha de su publicación. El personaje de Antinea, sus intenciones y todas las chanzas que se generan en esa especie de reunión de locos (que tanto me recuerda a la fiesta del té del Sombrerero Loco en Alicia en el País de las Maravillas) que es cada cena en el refugio de Antinea, no dejan lugar a dudas acerca de este punto.

Finalmente, aunque el funesto destino de los personajes ya viene anunciado en las primeras líneas del texto, la obra es, a mi entender, eminentemente trágica. Las emociones aparecen exacerbadas hasta lo extremo. Hay momentos verdaderamente cómicos, satíricos y de un humor sarcástico que no nos deja indiferentes. Sin embargo, subyace el propósito final de la aparentemente fría pero también solitaria Antinea. Cabe señalar igualmente que el autor cumplió el servicio militar en el norte de África de modo que se consagra como un gran conocedor del marco geográfico que describe, una de los aspectos más atrayentes de la novela. Igualmente debo señalar mi predilección por el desarrollo de los personajes que habitan el palacio de Antinea, en el marco de esa atmósfera onírica y casi hipnótica. Reconozco que las primeras páginas casi actuaron como elemento disuasorio para iniciar ese fatídico viaje junto a los protagonistas pero habría constituido un grave error cejar en ese empeño puesto que la visión de Benoit es la de ese erudito que proyecta su pasión a través de su obra de una manera original y adelantada a su tiempo.