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Crítica de Soraya47


Soraya47
22 December 2018
¿Qué vendría a ser la superstición? En cierta ocasión, un amigo me dijo: «Es lo peor del ser humano, le lleva a cometer los mayores horrores conocidos en nombre de algo que no existe».

Gran Armada de 1588. Felipe II quería hacer una expedición de castigo contra Inglaterra por sus intromisiones en la guerra de Flandes. Se diseñaron varios planes que no terminaban de convencer y al final el monarca como jefe del ejército se decantó por uno, la jefatura de la parte naval correspondía al Marqués de Santa Cruz, uno de nuestros almirantes más laureados con numerosas e importantísimas victorias en su haber. Desgraciadamente murió antes de llevar a cabo tal encargo, así que el Rey decidió nombrar como jefe de la Armada al Duque de Medina Sidonia que no era un experto en este tipo de misiones, como él mismo dejó claro. El plan era llevar los barcos de transporte de tropas desde la Península hasta los puertos de Flandes en manos españolas, donde los tercios bajo el mando de Alejandro de Farnesio, pasarían a Inglaterra para arrasarla. Los ingleses se dedicaron a implorar a Dios por su salvación. La Armada cumplió su misión sin grandes contratiempos. No perdió más que un barco o dos en combate. Llegó al puerto indicado y mandó mensajes a Farnesio, pero éste no estaba preparado. La Armada por el cambio de estación para navegar tenían que volver y no podían hacerlo por la ruta de llegada por las corrientes así que no quedaba más remedio que rodear las Islas Británicas. Ahí es donde con las tormentas y las corrientes encallaron. Se fueron a pique una decena o más de barcos. La mayoría de barcos y personas volvieron y fue una hazaña que quedo en nada.

Por supuesto, los ingleses pensaron que era una señal divina.

Esto que estáis leyendo sería un resumen de lo que aconteció con la Gran Armada de 1588. El libro que vais a leer empieza con Baltasar de Zúñiga, un personaje muy importante de la maquinaria diplomática de los Austrias, entre Felipe II hasta los comienzos del reinado de Felipe IV. Junto a su escolta Juan Lobo, serán de los primeros en arribar a costas españolas para informar al Rey del desastre. Entre datos y nombres históricos reales nos adentramos en otra historia ficticia de horror.

Unos meses más tarde, Juan Lobo recibe una nueva misión a manos de Baltasar. Deberá ser el escolta de dos inquisidores. Llegó un rumor de que en una villa española llamada Casarrubios del Monte, se instaló el terror. Sus habitantes cuentan que brujas y demonios se apoderaron del lugar. Ya han desaparecido tres mujeres…

La Boca del Diablo es un relato histórico terriblemente exacto de lo que fue nuestro Siglo XVI. El autor dejará al lector luchando contra la superstición, mientras buscan las respuestas al misterio. La lógica y la razón huyen dentro de esta historia poblada de miedos y hombres que ponen senderos falsos hacia la verdad. Los que siguen a desentrañar este misterio, Juan Lobo y los dos inquisidores, deberán tratar de determinar lo que es real y lo que no, en un mundo donde la superstición manda. Fray Gonzalo y Fray Bernardo son lados opuestos de la misma moneda. Uno se inclina hacia lo sobrenatural y espiritual, mientras que el otro usa el sentido común y la prudencia. Están en desacuerdo entre sí durante la investigación en un pueblo donde espera el terror en las esquinas y las personas se apresuran para evitar las sombras.

Las calles de Casarrubios se vuelven reales para el lector gracias a la precisión vívida del autor en La Boca del Diablo. Teo Palacios maneja el delicado equilibrio de la información con maestría. Más que una novela histórica, para mí es misterio; donde Fray Bernardo tiene un aire a Guillermo de Baskerville (monje de El Nombre de la Rosa), al igual que él cree que sin una explicación racional el mal puede tener muchas formas.

Situada en el Siglo XVI, los fans de las novelas históricas no quedarán decepcionados. Tampoco los del mundo sobrenatural ya que ciertos hechos no tendrán explicación. Como las desapariciones suceden antes que lleguen los tres protagonistas, eso le quita bastante intriga. Aunque las dotes detectivescas de uno de los inquisidores te atrapan hasta el final del libro. Además de unos buenos diálogos y una narrativa bien labrada, con datos históricos precisos que no cansan al lector.

Ya sabéis el dicho: «La mayor de las herejías es no creer en el Diablo…”.
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