Mientras que hija Noll tiene una casa en el barrio de Alt- Marzahn, con un jardín y un perro, madre Noll está confinada en un vecino edificio, de esos prefabricados, como si fuera una jaula, no puede salir sola de su apartamento, ni siquiera asomarse al balcón. Hija Noll viene todos los días, luego vuelve a encerrar a la madre y se guarda las llaves en el bolsillo del pantalón. La madre se pasa el resto del tiempo allí sentada, esperando. Esperando la muerte, el final de la dependencia completa, y a la hija, cuya aparición es posiblemente lo que más teme ella. Seguramente madre Noll colabore propiciando su final arrancándose la piel ella misma.