Tokio, estación de Ueno

¡¡ Qué mala suerte tienes, hijo !!
Tenemos tan idealizada a la sociedad japonesa que nos sorprende, por inesperado, este libro de Yū Miri, que nos cuenta las miserias y bajeza moral del Japón más real, alejado del brillo que le ponemos desde occidente a su profundidad espiritual.
Los sin techo del parque Ueno, como escalafón más bajo de un pueblo clasista, hipócrita, que tiene un verdadero conflicto entre tradición y modernidad, nos explican a través de una escritura más ensayística que literaria, lo duro de vivir en la calle, ya sea en Japón, o en la Conchinchina.
Un recorrido por la dura vida de Kazu, y qué lo llevó a terminar en la calle, le vale a la autora como excusa, con muchísima, y más que interesante información, para profundizar en lo que es una ciudad como Tokio.
Hasta aquí todo perfecto, con matices, pero en el proceso literario de crear al personaje me parece se le fue la mano a la Yū porque no le caben más desgracias al pobre Kazu en forma de pérdidas, se le empiezan a morir familiares y amigos hasta decir basta, no quedó vivo ni el traductor del libro 😁... hasta su madre lo dió por desgraciado: - Qué mala suerte tienes, hijo 😳.
Un libro bastante oscuro, algo pesimista, y con mucho protagonismo mortal, que vale la pena leer por ser algo diferente a lo acostumbrado en literatura japonesa. 

Hoy doy por finalizadas las reseñas de mis lecturas del #marzoasiatico con un libro que ha sido todo un descubrimiento tanto por su estilo como por su historia, “Tokio, estación de Ueno”, de Yū Miri.

Una novela corta que contiene un relato descorazonador sobre la vida de los sintecho del parque Ueno, en Tokio. Con un estilo sencillo pero a la vez muy lírico, poético, la autora lanza una dura crítica al trato que reciben los más desfavorecidos en la sociedad japonesa, mostrándonos la situación desde un prisma no demasiado habitual en la literatura, dando voz a quienes no la tienen y poniendo en el centro de la atención a un colectivo prácticamente invisibilizado y, para muchos, olvidado.

Una historia de contrastes entre los diferentes estratos de la sociedad, mostrados de una forma muy especial no solo a través de la voz (o el pensamiento) de nuestro protagonista sino directamente desde las palabras y los actos de la gente de a pie que le rodea. de esta manera se nos presenta una amplia gama de temas y situaciones, muchas de ellas tabú, que obligan al lector a reflexionar y a replantearse muchas cosas.

Si el contenido resulta de por sí de lo más interesante, la prosa de Yū Miri hace del conjunto toda una experiencia. Con un estilo muy bello, profundo y espiritual, no por ello menos claro, directo y sin rodeos, la autora consigue atravesar nuestra barrera emocional e implicarnos de lleno en la historia, en la vida del protagonista y en la situación real de estos habitantes “del otro Japón”.

Una historia de desesperanza, de aislamiento y abandono, la historia de todos aquellos que no tienen un lugar al que regresar y han perdido todo vínculo con los demás. Una historia de luces pero, sobre todo, de sombras, de tinieblas, porque no siempre es oro todo lo que reluce.

A pesar de llevar años esperando que se tradujese este titulo al español (gracias, @editorial_impedimenta), he conseguido llegar a él sin saber absolutamente nada de su trama.

Así, descubrir página tras página desde cero el avance de esta historia ha sido tan maravilloso como descorazonador, porque si tengo que elegir una palabra con la que definir esta novela es “tristeza”.

La estación de Ueno en Tokio es transitada diariamente por miles de personas, la mayoría de ellas visitan el parque de mismo nombre, que cuenta con un montón de atractivos: templos, santuarios, un precioso estanque, museos, un parque de atracciones, un zoo… ¡y por si fuera poco, es uno de los mejores lugares de la capital para disfrutar de la floración del cerezo sakura en primavera! Así a priori, ¿no os parece un lugar ideal?

Sin embargo, la estación de Ueno fue también la puerta de entrada a Tokio de cientos de personas de las prefecturas del noreste del país, que llegaban desesperadas en busca de empleo para sustentar a sus familias y trabajaron, por ejemplo, enla construcción de las infraestructuras de los Juegos Olímpicos de 1964. Ueno también ha sido durante décadas el hogar de personas sin techo, esta novela nos aproxima a ellas a través de la vida de Kazu.

Una novela que refleja una realidad que normalmente no vemos en la literatura (y en la realidad porque tendemos a protegernos desviando la mirada), que te inevitablemente te afecta y te mantiene con el corazón encogido. Un genial retrato de los extremos de una ciudad (la vida mundana de quien pasea por los parques y quien duerme en ellos, la familia imperial y los sin techo…) y también, de un país: las grandes ciudades donde todo se deshumaniza y las localidades provincianas, donde la vida es más dura pero todo resulta auténtico y las tradiciones siguen vivas.

Crítica diferentes aspectos de la sociedad japonesa contemporánea (y globales), algunos tratados de forma directa y descarnada, otros sutilmente pero no se pasan por alto. Está escrito con estilo sencillo, pero de gran belleza, que cala y te hacer querer quedarte a vivir en algunas frases.

Una lectura fascinante, que me deja tocada.
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La elegancia del dolor, es el sentimiento que me ha acompañado entre estas páginas llenas de desconsuelo y desolación de un hombre que ha perdido su vida y lo ha dejado abierto de alma hacia la senda del sufrimiento. Hablar de dolor no es sencillo, y más teniendo en cuenta que es algo por lo que todo el mundo pasa pero de diferentes maneras. Yu Miri tiene una capacidad casi innata de provocar en el lector un deje de sensibilidad entre sus palabras, te va narrando cómo el protagonista va llevando la situación en la que se encuentra y cómo ocurre. Y entre esta serie de acontecimientos te das cuenta de que su manera de presentar el dolor roza lo sensible y no lo catastrófico, porque no castiga el dolor, lo dignifica como algo que todo ser humano debe tener la capacidad de sentir.

En Tokio estación de Ueno también nos encontramos ante una situación socialmente aprobada pero que debería tener solución, la absoluta pobreza y la capacidad de la gente de mirar para otro lado. Mientras el protagonista vive entre sus recuerdos vive de una manera que podría interceder eso que se conoce como asuntos sociales, pero es más interesante ver desde lejos la perspectiva de que para existir un mundo necesitamos que exista el otro.

Y entre todos estas sensaciones encontramos un libro que parece ir rozándote la piel lentamente, provocando en ti el eterno sentimiento de la piel de gallina. Esa conmoción que nos hace sentir hasta la breve brisa.

Nunca desdibujéis el dolor de alguien como si no tuviera derecho a decidir cómo sentirlo. Nunca juzguéis los pasos que una persona da ante una desgracia porque son nuestras experiencias las que nos llevan a caminar de una forma u otra.

Cuando caminas por Ueno, ya sea por la estación, por el parque o por los alrededores, te fundes como una aspirina efervescente en el Tokio más profundo. Oficinistas, estudiantes, paseantes, turistas y sintecho conviven en un espacio de paso completamente desarraigado. ¿No os pasa mucho en los alrededores de las estaciones centrales de cada gran ciudad? Son lugares sin alma, y por eso nos sentimos cómodos en ellos.

Esta novela ahonda en un tema tan silenciado como son las personas sin hogar que se agolpan en el parque de Ueno, y lo hace con una delicadeza tal que pone los pelos de punta. Nos habla, a través de una crítica velada, de la diferencia de clases sociales en un país hermético, de las tradiciones más arraigadas enfrentadas a la modernidad más aplastante. Nos habla de familia, de amor, de la pérdida. La autora hace un recorrido impecable por las últimas décadas de la historia de Japón a través de un narrador magnífico, de forma bella y poética, pero a la vez desesperanzada, como la vida de todos los que viven entre lonas, la vida de los que lo han ido perdiendo todo por el camino.

Es desgarrador, doloroso y apabullante. No te deja mirar a un lado y hacer como que no pasa nada. Te envuelve y te golpea. Y es que yo busco eso en un libro, que me haga sangrar, que me haga pensar, que se quede en mi cerebro como los posos del café.