Pero a veces ese amor tan hermoso que no quieres ver morir no es más que una puta pelota que te montas tú mismo… No existe. Solo amas tú, así que eso únicamente existe en tu cabeza.
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Pero a veces ese amor tan hermoso que no quieres ver morir no es más que una puta pelota que te montas tú mismo… No existe. Solo amas tú, así que eso únicamente existe en tu cabeza.
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Y, como ya te lo esperas, como ya estás acostumbrado, te da igual. Ya no esperas un amor eterno que te dure toda la vida. Hace
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Debo reconocer que me gustan las sorpresas, que sucedan cosas que no esperas, que se cambie el ritmo de los acontecimientos que uno se plantea de antemano.
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Prologar es como abrir el apetito. El prólogo no es comestible, pero tiene que hacer apetecible el manjar que se avecina, ir adelantando su aroma irresistible, su color y buqué exquisitos, su seductora presentación en plato que incentive al lector a devorar la obra que tiene entre sus manos.
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Pero a veces ese amor tan hermoso que no quieres ver morir no es más que una puta pelota que te montas tú mismo… No existe. Solo amas tú, así que eso únicamente existe en tu cabeza.
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Prologar es como abrir el apetito. El prólogo no es comestible, pero tiene que hacer apetecible el manjar que se avecina, ir adelantando su aroma irresistible, su color y buqué exquisitos, su seductora presentación en plato que incentive al lector a devorar la obra que tiene entre sus manos.
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La edad de la inocencia