Tras la muerte, al fin, paz

In media res y con cierto frenetismo comienza esta novela de fantasía con muchos tintes religiosos y un misterio a resolver que desconcierta tanto a los personajes como al propio lector. Pronto entendemos la dinámica del mundo, cómo Reis, como sacerdote, puede pactar con las almas de los muertos para conseguir poder y cómo de una día para otro esta verdad muta. Así, acompañaremos a sacerdote y soldado, dos posturas diferentes ante el conflicto, dos acercamientos diferentes a lo que es la fe y lo que significa la supervivencia.
Un misterio peligroso
Sin embargo, como decía antes, la novela desconcierta desde el principio. Después de huir de la batalla, la novela se centrará solo en un escenario: la aldea. En él encontraremos el desarrollo de la trama, como era de esperar, pero, además, se desarrollarán tanto las personalidades de los diferentes personajes, donde los secundarios tienen un hueco muy bien aprovechado, y una de las temáticas principales de la obra: la fe.
Esta instancia que pertenece tanto al ámbito de nuestra intimidad, se ve expuesta en la novela ante los peligros que están por llegar sí, pero también como propia concepción del mundo en el que se desarrolla la historia.
En él, la diosa de la muerte es la protectora del imperio, nación predominante y a la que pertenecen nuestros personajes. Sin embargo, pronto sabemos que existen otras, los doblegados, que se han visto sometidas. de este modo, a la incertidumbre de quién es exactamente el enemigo que llega, añadimos la de saber si quienes rodean a nuestros protagonistas son o no afines a los ideales que ambos tienen. Esta cuestión de la fe, se vuelve central entonces, tanto por su desarrollo ante quienes desconocen esta religión, como por su puesta en duda ante lo que está sucediendo, como pasa en todas las guerras.
Potencias narrativas
Si lo pensamos bien, la temática de la novela es muy interesante, porque además nos hace plantearnos a nosotros ciertas cuestiones sobre moralidad, creencia, etc. Sin embargo, en mi caso lo que más me han gustado han sido los personajes.
Con una ambientación que es una mezcla entre guerra, legión romana y la más pura aldea de fantasía, encontramos a dos protagonistas muy diferentes entre sí y muy interesantes en su ámbito. Empezando por Oren, el capitán, nos encontramos ante un hombre que está aterrado por lo que ha hecho, huir de la batalla, pero que intenta racionalizar todo lo que sucede. Esto le supondrá cierto conflicto con la fe del imperio, sin embargo, en todo momento veremos su lucha por su integridad en todos los sentidos.
Por su parte, Reis, el sacerdote, se nos presenta como una persona que tiene claro su papel en todo este tablero. Sin embargo, su impotencia ante las circunstancias le llevan, bajo mi punto de vista, a cometer errores. Su desdén, su idea de superioridad moral y su creencia en que entiende el mundo mejor que nadie nos harán odiar un poco a este personaje tanto como nos hechiza su problemática.
Una reflexión final
Al final, el juego de la novela es qué hacemos con la vida y con la muerte, y cómo nos enfrentamos a ella en su final determinado. Me ha gustado mucho tanto la parte de misterio, en la que descubrir qué está sucediendo, como la parte de reflexión y problemática, con la cuestión de la lealtad, la fe, la responsabilidad, etc.
Quizá, lo que me ha faltado, o más bien me hubiera gustado, es que se desarrollara más. El wolrdbuilding es estupendo, súper interesante la potencialidad que tiene, y por ello me hubiera gustado meterme más en el mundo.
En cualquier caso, es una novela que os recomiendo sin ninguna duda. Un poco de tensión, de desconcierto y de confiar en a dónde vamos siempre viene bien. Espero que os animéis con ella y que la disfrutéis.

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“No se puede vivir sin fe, capitán”

¿Hasta dónde ha de llegar la lealtad? Sus límites son, probablemente, una cuestión de fe. Fe en un dios, un gobernante, un país o un amor. No hay diferencia. Porque la fe lo puede todo, incluso desafiar a la muerte. Suele surgir inadvertidamente, ya sea por influencia del entorno, por los valores inculcados desde la infancia, por la necesidad que sentimos de encomendarnos a un ser superior que nos ayude frente a las adversidades, o por buscarle sentido a nuestra existencia. Sin embargo, si no es alimentada, puede verse puesta a prueba por la duda.

A lo largo de la historia, dioses y caudillos han ido siempre de la mano, tanto en pequeños reinos como en grandes imperios. Velaban por la patria, por sus fieles y por sus súbditos; se retroalimentaban. Pero qué difícil es obedecer a quien nunca responde ¿Cómo creer en alguien o algo que parece no saber quién eres? ¿No sería más fácil concentrar toda esa fe y toda esa lealtad en una persona que valorase nuestros sacrificios? ¿No sería lógico anteponer a quien reaccionase ante nuestros esfuerzos y nos devolviese los afectos?

Para evitar eso estaban los sacerdotes: la línea directa con la divinidad sostenida por un estado que ellos, a su vez, bendecían y apoyaban. Eran obedecidos, temidos y casi nunca cuestionados. El eslabón que lo sujetaba todo. La primera línea, los que daban sentido al sacrificio y garantizaban la recompensa. Hombres y mujeres custodios de secretos que no estaban al alcance del resto de mortales. Tanto era así que el otro brazo del gobernante, el armado, podía ver empañados sus triunfos al ser considerados como la mera consecuencia de su fe y debía obedecer, oficiosamente, todo lo que el clero ordenara. Pero ¿Qué ocurría cuando los dioses resultaban insuficientes para auspiciar la victoria frente a un temible enemigo?

“Negar lo que no comprendemos nos vuelve vulnerables ante sus consecuencias”

Tras la muerte, al fin, paz es una historia que irradia oscuridad y versa sobre la fe, el desengaño y la muerte. Una obra protagonizada por dos hombres antagónicos (Oren y Reis, soldado y sacerdote), que nos hacen partícipes de su soledad, su pasado y sus anhelos. Que abre las puertas a la magia, al horror y también al amor desde un punto de vista desencantado e intimista. Y es que la novela exuda derrota y fatalidad, desencanto y desesperación. Pero, aun así, deja un resquicio a la esperanza.

Virginia Orive de la Rosa es una ESCRITORA con mayúsculas. Y lo es porque, además de exhibir una prosa efectiva y elegante, sabe generar tensión a través de sus personajes; a partir de sus antipatías, sus frustraciones y sus anhelos. Los enfrenta al horror de lo incomprensible zarandeando su mundo, poniendo a prueba sus lealtades y su fe, y sacando todo el jugo a la forma en que afrontan lo inevitable.

Un escenario mínimo (que no minimalista) y una terrible cuenta atrás, es todo lo que la autora necesita para generar una atmósfera opresiva en esta novela de fantasía épica que no depende de batallas ni duelos a espada para mantener enganchado al lector.

¿Creéis en los sacerdotes? ¿Pensáis que realmente conceden su último deseo a las almas de los muertos, o que se alimentan de su poder? Si dicen la verdad, ¿Imagináis lo que supondrá para ellos escuchar constantemente las voces de los difuntos que no han podido liberar? Ya veo, preferís portar armas. Entonces, decidme: ¿hasta dónde llega vuestra lealtad? ¿Qué sacrificio estáis dispuestos a hacer para que la diosa os favorezca en la batalla? Tarde o temprano tendréis que escoger entre vivir para luchar por un emperador en el que ya no creéis o morir junto a quien amáis ¿Estáis preparados?

El ciclo de Srava ha comenzado.

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