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Este manifiesto de Ordine es todo un canto de amor al saber, y escribo «al saber» y no «al saber inútil», como deliberadamente se usa en el ensayo como sinónimo de «conocimientos humanísticos», es decir, la filosofía, el arte, la literatura, la música… todas aquellas disciplinas que no reportan un beneficio directo. Ahora bien, aunque Ordine trate específicamente estos saberes, el ensayo de Abraham Flexner que acompaña al texto principal lo matiza; realmente estamos hablando de cualquier tipo de saber teórico, incluyendo las ciencias puras o naturales, o sea, a la sabiduría al fin y al cabo. Ese conocimiento teórico desarrollado a lo largo del tiempo se convierte, bajo la mirada del utilitarismo y el capitalismo, en inútil, ya que no tiene una finalidad ni se puede explotar económicamente –que algunos dirán que es lo mismo–. El saber no es útil hasta que se le pone un precio, pero a ver quién explica por qué, entonces, no hemos dejado de crear arte, escribir o componer sonatas; en alguna parte de nosotros resonará su utilidad. En el texto hay un vehemente y contradictorio intento de encontrarle un resquicio de utilidad a lo inútil, o de reconfigurar lo que entendemos por inútil. Hay una tensión inevitable porque estamos condicionados a buscarle una utilidad a todo (a las cosas, al conocimiento, a las personas…), y si no la tiene, no sirve. Utilidad, precio y productividad son las espadas que nos atraviesan. Es cierto que el ensayo de Ordine a veces peca de parecerse a una mera recopilación de citas filosóficas y literarias sobre el arte y su utilidad o falta de ella, pero qué pasión hay en esta búsqueda de fuentes clásicas que nos recuerden que es un tema vetusto, que siempre nos hemos resistido a abandonar lo que a otros les parece innecesario… y la pasión también es (in)útil. |
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