Memorias de un magnetizador

Cuando se habla de novela histórica nuestra mente se redirecciona automáticamente a tiempos lejanos. Parece que la palabra ‘historia' nos remite inevitablemente a épocas de estatismo social, cultural y tecnológico, siglos en los que los cambios eran tan lentos que resultaban imperceptibles tanto para los personajes que los habitaban, como para los observadores posteriores. Tal vez parte de la culpa la tengan los autores que prefieren la “seguridad” que ofrece, a la hora de documentarse y repetir fórmulas arquetípicas, cualquier edad anterior a la contemporánea. Pero este subgénero narrativo también puede buscar escenarios dinámicos y tramas más proclives a la disección cultural y humana, que a la acción o el drama. Pocos escritores eligen esta vía, más exigente en lo creativo y menos rentable en lo crematístico, pero afortunadamente Jorge Ordaz es uno de ellos.

Y es que Memorias de un magnetizador se desarrolla en un siglo tan mágico y propenso al cambio como fue el XIX. Dimas Pons, el protagonista de esta novela, debe abandonar su Puerto Rico natal siendo apenas un niño; huérfano de padre, avispado y valiente, se enfrenta al mundo con ilusión y ansias de conocimiento. El azar o el destino hacen que un trabajo de aprendiz en una sombrerería le introduzca en el curioso, y por entonces aún aceptado, mundo de la frenología (sí, esa antigua teoría hoy considerada pseudociencia que defendía la predicción del carácter, la personalidad, y las tendencias, por la forma del cráneo y las facciones del rostro). Esa profesión le abre las puertas a un estrato social antes inaccesible para él y repleto de oportunidades que no duda en aprovechar cuando se le presenta la ocasión de instruirse en las novedosas doctrinas del “magnetismo animal”.

Como ya hiciera en Las confesiones de un bibliófago, Ordaz se apoya en el periplo vital de su personaje principal para retratarnos una época llena de ingenuidad y optimismo ante los nuevos descubrimientos científicos, y para hacer desfilar por sus páginas, directa o indirectamente, a personalidades de ese período como Mariano Cubí (lingüista y frenólogo español), o el propio Mesmer (cuyo trabajo dio origen a lo que hoy conocemos como hipnosis). Estas “salpicaduras” de realidad dentro de la ficción, junto con un cuidado lenguaje de reminiscencias decimonónicas, hacen que el lector se sumerja en una historia (narrada en primera persona), en la que el escenario termina siendo tan importante como las proezas mesméricas del avezado magnetizador que nos las relata.

Aquí no encontraréis acción trepidante, combates a muerte, o personajes predestinados a la gloria. Lo que hallaréis es la vida de un hombre de mundo, excepcional pero creíble. Un viajero de origen humilde que aprenderá a prosperar de forma honesta en ambientes de exquisita educación e instintos ordinarios. Que nos descubrirá como eran Barcelona primero, Europa y América después. Que no se dejará contaminar por las costumbres y el racismo imperante en el “mundo civilizado” de la época, y que profundizará en su técnica sin esperar reconocimiento por ello. Pero también un poquito de clarividencia, láudano, poetas sin inspiración, viudas desconsoladas, vudú... y por supuesto, a la extraordinaria Livie.

No temáis, ¡dejaos magnetizar!
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Las escalas de la vocación



El libro comienza y nos situamos en Puerto Rico, 1823, un muchacho, Dimas Pons, tiene que ponerse a trabajar tras la muerte de un padre del que solo recuerda frialdad e indiferencia. Sin embargo, es un muchacho muy inquieto y que aprende rápido tanto en lo intelectual como en lo sentimental. Esto le llevará a aceptar la proposición de su tutor de viajar a Europa para tomar estudios. La primera parada será Barcelona y será en ese mismo viaje en barco hasta la ciudad condal en donde a Dimas le picará el gusanillo del estudio… del estudio de la frenología.



Así nos plantea nuestro autor de hoy, Jorge Ordaz, el inicio de la andadura estudiantil de un muchacho la mar de particular. Con una visión del mundo determinada por el estatismo de su lugar origen, descubrirá las fluctuaciones de una Europa en ese momento convulsa y de un Estados Unidos garante de las posibilidades.
En ese camino de idas y venidas, nuestro protagonista irá descubriendo poco a poco el mundo de la frenología, el estudio del carácter según la forma craneal, por el cual se apasiona y comienza a estudiar. A partir de esta disciplina conocerá también el magnetismo animal, una especie de hipnosis basada en las energías de los seres vivos, y se convertirá en magnetizador. En este sentido, veremos que el libro es un viaje no en el estudio de Dimas, que también, sino que cada alto en ese camino, supondrá un cambio y evolución en el personaje protagonista. Así, bajo esta idea, la historia se divide en dos partes: el descubrimiento y estudio de la frenología, que correspondería con la adolescencia de Dimas, su descubrimiento de un mundo, político y social, muy alejado del hermetismo de su isla; y una segunda parte en la que ya, establecido en Estados Unidos como magnetizador con consulta propia y sin tutor o padrino en ese mundo, comienza a entender cuáles son los problemas de la sociedad de la segunda mitad del diecinueve (problemas de pareja, de racismo, de teorías utópicas, etc.)



Este ha sido el aspecto que más me ha gustado de la novela, ya que vamos descubriendo a la vez que lo hace Dimas qué es lo que en realidad se cuece en ese momento social y culturamente tan complejo. Memorias de un Magnetizador supone por tanto la biografía de Dimas Pons, a través de la cual nos ofrece un estudio de que cómo es el cráneo del mundo y cómo son sus energías. Un estupendo magnetizador este Dimas.



Y muchas veces es el cómo



Quizá es una novela que a priori no llame la atención, pero que ahora que han pasado unos días que la he leído, me alegro de haberlo hecho. El tema en sí no parece muy apasionante, más quizá por la curiosidad de saber cómo se estudiaba frenología; sin embargo, el libro tiene un poquito más.



En primer lugar, la novela de Ordaz juega con un humor lazarillesco. Dimas se convierte en la encarnación de un héroe ilustrado, culto, pero torpe en algún que otro asunto, lo que provoca más de una escena de confusión y enredo. A este mecanismo en apariencia simple, por muy usado, tenemos que añadir una novedad que creo que el autor ha sabido emplear muy bien y es que de ese mismo problema Pons sale revitalizado, aprende y aprovecha la oportunidad. No es, por tanto un muchacho tarambana, sino un ser inteligente que de esas situaciones cómicas saca lo que le conviene para su siguiente paso. Esto nos provoca la risa y nos plantea una cuestión muy interesante, ¿hasta qué punto nos aprovechamos de los demás?

Por otro lado, la configuración del mundo que va retratándonos el protagonista nos ofrece los problemas de esta época, como ya hemos mencionado más arriba. En este sentido la pluma del autor es muy respetuosa, enseñando como obvio y natural lo que en sí era algo aberrante: racismo, manipulaciones supersticiosas (como el empleo de vudú) o violaciones. Pero como hemos dicho también, sin drama, como algo connatural a esa época y que Dimas va a querer combatir en su isla, esa isla que no quiere cambiar.







La clave está en el magnetismo animal



El hecho de que se emplea esta pseudociencia como reclamo ya es una de las partes clave del libro. ¿Cómo consigue en sus escasa páginas que, a lo mejor importándonos poco la trama sigamos leyendo? Muy sencillo, los estudios que realiza el protagonista y las sesiones de magnetización están alentadas por un aura mágica que nos recuerda al buen realismo mágico de los sesenta. Ese juego de sombras chinescas, imposibles posibles y ese andar en el límite de lo razonable y lo imaginable hace que Dimas nos caiga excepcionalmente bien y que al final su historia sí que nos importe.



Por ello recomiendo el libro. No es una lectura típica, ni si quiera una lectura de la que podamos sacar una moraleja, pero sí que es una lectura que no engancha por lo curiosa que es y que nos enseña y hace sonreír sobre cuáles son los problemas de esa «sociedad moderna» que empezaba a gestarse. Porque hablar con los extraterrestres y los ángeles siempre nos ha hecho muy felices.
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De este libro puedo decir que he tenido la suerte de que haya caído en mis manos algo diferente y esa diferencia es lo que mejor resume su contenido.
La historia de Dimas Pons, su vida y profesión como magnetizador, no es atrayente como tal pero tampoco deja indeferente. Si es un libro que recomendaría con entusiasmo a modo " tienes que leerlo", posiblemente no, pero si te topas con él como me ocurrió a mí, no desaproveches la oportunidad. Es un libro cuanto menos curioso, entretenido aunque sin enganche, tiene pasajes divertidos y es muy fácil de leer, para mi esto último es una de las mejores cualidades que puede tener un libro. Capítulos cortos, rápidos, inusuales así que no previsibles y con un formato al mismísimo estilo de "el barco de vapor" en este aspecto me encanta. El hilo narrativo es otro cantar, presentación corta, nudo lento apenas perceptible o ínfimo e hiperrápido casi al final del libro, quien lo haya leído que me lo confirme.El desenlace es bueno, en su justa medida. Básicamente me parece un conjunto de anécdotas que el protagonista hila a modo de memorias, es peculiar no está mal.
P.d: mención especial a la portada que tiene tacto de papel pintado de pared y un diseño elegante y siginificativo, muy chulo.

Este es uno de los libros que yo no me compraría. Pero me alegro que haya caído en mis manos, ya que así nos arriesgamos a leer cosas diferentes de las que solemos leer y nos sorprendemos. No es uno de los libros que recomendaría, porque para mi gusto no es de mis preferidos y yo siempre recomiendo libros que me hayan encantado, pero si tienes la oportunidad de leerlo, ¿por qué no? Me gustan los libros que enganchan, que no puedes parar de leer, de los que están deseando tener un hueco libre para seguir leyendo, pero no me ha pasado con este libro. Pensaba que iba a gustarme más pero me ha decepcionado un poco por ese motivo. Pero de todos los libros se aprende algo y la verdad que la vida de Dimas Pons te hace valorar lo que tienes y además aprendes cosas interesantes sobre esa profesión de magnetismo e hipnotizador.
Y por cierto, el tacto del libro es muy especial y además venía de regalo varios marca páginas. Así que gracias a la editorial y al autor por ese detallazo.
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