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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
28 October 2020
Mirad que hay poco de esta autora disponible en castellano, pero la admiro tanto que aun así me he apañado para que esta sea la cuarta vez que os hablo de ella en Netherfield, siendo esta además la segunda vez que participa en mis especiales de clásicos por Halloween. Hoy os hablo de la puerta abierta, un relato largo (se aproxima bastante a novela corta) que en España está incluido en varias compilaciones de terror o góticas pero que yo tuve la suerte de encontrar en su momento en una edición separada publicada por Valdemar hace más de treinta años.

Volvemos a tener un narrador en primera persona, un hombre de familia que alquila la casa de Brentwood (muy cerca de Edimburgo) para alojarse allí por un espacio máximo de dos años junto a su esposa y sus tres hijos (dos muchachas y un único varón, de constitución algo frágil). La casa está rodeada de un entorno natural privilegiado, un parque en el que se hallan las ruinas de la antigua mansión de Brentwood, entre las que destaca, en un edificio cercano que probablemente había sido la entrada trasera para las dependencias del servicio, el hueco de una puerta que ya no da acceso a nada, una puerta vacía a ninguna parte, pues las estancias han desaparecido. Roland, que así se llama el hijo del narrador, debe cruzar ese parque todos los días para asistir a la escuela, y de repente cae muy enfermo, afirmando desesesperado que alguien en ese parque llora y sufre muchísimo, y que cree que quizás, tal vez, puede que ese alguien no esté vivo, y que no, que él no está enfermo, simplemente tiene ese lamento metido tan dentro de su cabeza que lo escucha noche tras noche y es incapaz de soportarlo. Nadie le cree, todos temen que tenga alguna especie de fiebre cerebral, pero él confía en su padre. Su padre sabrá lo que hay que hacer para ayudar a ese espíritu. Y ese padre, desesperado, no puede fallarle a su hijo. Tiene que adentrarse en ese parque, tratar de escuchar lo mismo que él... y sus pasos le llevan hasta esa puerta en ruinas abierta hacia la nada.

No quiero repetirme, pero tengo que reafirmarme en algo que ya os he dicho en ocasiones anteriores al hablaros de otras obras de la autora: los fantasmas de Margaret Oliphant no son los típicos fantasmas terroríficos que pretenden asustar o mortificar a los vivos, ni fantasmas resentidos que pagan con ellos la frustración de haberse quedado atrapados. Suelen ser fantasmas que quieren transmitir un mensaje y ayudar o, como ocurre en este caso, fantasmas que se encuentran perdidos y sufren al no encontrar su camino hacia el otro lado. No son los villanos de la historia, sino sus víctimas; necesitan la ayuda de los vivos, pero no saben cómo pedirla; vuelven una y otra vez al lugar de sus desdichas, pero en ocasiones ni siquiera saben que están muertos.

La ambientación de Oliphant es, como siempre, deslumbrante. Da igual que te cuente cómo son los paisajes que rodean Edimburgo y sus pueblos más cercanos, la perfección de sus matices, lo acogedor de sus campos, la frescura de su entorno o la felicidad que se siente ante la sensación de encontrarse en casa.... que resulta igual de fascinante y sugerente cuando se adentra en la noche gótica llena de crujidos, sombras, sensaciones de horror y oscuridad. Tenía un don especial para recrear atmósferas sugestivas que estimulan y alertan los sentidos, y creedme, hay varios pasajes en este libro que hacen que los escalofríos vengan a cabalgar por tu espina dorsal como si no hubiese un mañana. Tratad de imaginaros en medio de ese bosque junto al umbral de una puerta hacia la nada rodeados de maleza y árboles amenazadores en una oscuridad opresiva, con la luz de un farol apenas iluminando unos pasos más allá y, en silencio, esperando escuchar algo, esperando, esperando... y de repente oyendo unos lamentos desgarradores justo a vuestro lado sin que haya absolutamente nadie a vuestro alrededor. Nada, que me ha venido otra vez un escalofrío. Será posible...

Una lectura fantástica para estas fechas, muy bien escrita, maravillosamente ambientada (incluso tiene algún punto de humor triste y resignado cuando el narrador afirma que tener un fantasma en casa estaba de moda en aquella época y se pagaba gustosamente por ello... aunque la ilusión decaía cuando había que convivir de verdad con él), y que ofrece una historia de fantasmas de las de antes, inquietante y emotiva sin fanfarrias ni efectos especiales que desvíen la atención de lo que verdaderamente importa: los personajes. Porque Oliphant usa siempre sus ghost stories para contar otras cosas que a ella le interesaban y para enfatizar la humanidad de sus personajes y sus creencias, ya sea un padre no demasiado supersticioso que haría lo que fuese por su hijo, como ese hijo que está sufriendo por algo que sabe que no es de este mundo y aun así quiere ayudarlo, como otros personajes que aparecen en la historia y que no os desvelo para no adelantar acontecimientos, pero que aportan otros puntos de vista diferentes sobre lo que se nos está contando, ya sea por carencia de fe en lo sobrenatural como por confiar ciegamente en su existencia.

Ya sabéis que durante esta semana os voy a traer seis lecturas, todas muy diferentes entre sí de épocas y ambientaciones también muy diferentes, pero si me preguntáis a mí cuál sería mi favorita para leer la misma noche de Halloween, con poca luz, en silencio, y con una sensación de estremecimiento constante durante las dos horas de lectura, sería sin duda La puerta abierta. Ya lo he dicho alguna vez (creo), pero yo no soy de asustarme leyendo, así que cuando os digo que una historia me ha puesto los pelillos de punta, creedme porque es así.

A todo esto, ¿os he hablado del enebro? ¿No? Lo dejo entonces para otro día...
Enlace: http://inquilinasnetherfield..
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