Se hablaba a sí misma porque quería y, aunque no era parte de su terapia, había descubierto que existía alguien más malediciente habitándola y compartiendo sus pensamientos; una chica que era ella y, a la vez, no.
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Se hablaba a sí misma porque quería y, aunque no era parte de su terapia, había descubierto que existía alguien más malediciente habitándola y compartiendo sus pensamientos; una chica que era ella y, a la vez, no.
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“Pues bien, eso es lo que somos […]: hormigas que corren por el inmenso espacio en donde lo inexplicable se mueve. Y una vez que esta verdad se nos revela, un nuevo vértigo (el horror que nos provoca ser conscientes de nuestra fragilidad) se abre.”
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Según Hollywood el noventa por cien de los secuestros terminan bien.
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Cuando la idea del bien y el mal desaparece, lo único que queda es la naturaleza y su violencia.
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Preferían los golpes y los cortes. Las humillaciones. Los pequeños peligros que al menos las dejaban dormir. |
Sé que mi mamá no me quiere. De hecho, sé que me tiene miedo.
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𝘊𝘭𝘢𝘳𝘢, 𝘱𝘰𝘳 𝘴𝘶 𝘱𝘢𝘳𝘵𝘦, 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘣𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘷𝘦𝘯𝘤𝘪𝘥𝘢 𝘥𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘳𝘢 𝘱𝘰𝘴𝘪𝘣𝘭𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘦𝘳 𝘢 𝘶𝘯𝘢 𝘱𝘦𝘳𝘴𝘰𝘯𝘢 𝘢 𝘵𝘳𝘢𝘷é𝘴 𝘥𝘦 𝘴𝘶 𝘳𝘦𝘥𝘢𝘤𝘤𝘪ó𝘯. 𝘓𝘦 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘢𝘣𝘢 𝘱𝘦𝘯𝘴𝘢𝘳 𝘲𝘶𝘦, 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘧𝘰𝘯𝘥𝘰, 𝘴𝘶 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘰 𝘢𝘺𝘶𝘥𝘢𝘣𝘢 𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘰𝘵𝘳𝘰𝘴 𝘱𝘶𝘥𝘪𝘦𝘳𝘢𝘯 𝘥𝘦𝘴𝘤𝘶𝘣𝘳𝘪𝘳 𝘺 𝘮𝘰𝘴𝘵𝘳𝘢𝘳 𝘴𝘶 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥𝘦𝘳𝘰 𝘤𝘢𝘳á𝘤𝘵𝘦𝘳.
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Lo horrible, lo que en verdad nos petrifica los órganos, es lo que conocemos a medias; lo que tenemos cerca y, a pesar de ello, somos incapaces de entender.
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"A nadie le gusta contarlo, Becerra, pero el sistema educativo está hecho para domadores de leones, no para maestros"
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Pero Clara, la hija-becerra, no se consideraba nihilista, sino una mujer del trópico con creencias flexibles y certezas plurales, como los políticos -o como aquellas personas con baja autoestima que nunca estaban del todo seguras de lo que pensaban-, y a lo único que oponía una real resistencia era a las creencias de la madre.
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Como agua para chocolate