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Reconozco sentir una predilección especial por esta escritora que hace de las historias más inverosímiles, truculentas y extrañas, auténtica poesía. Éste libro no lo iba a ser menos, hasta el punto de que si de verdad lees con devoción y ensimismamiento, te acabarán sorprendiendo las lágrimas que aparecerán en tus ojos. Es pura ternura. El protagonista es un anciano, el señor Ámbar, que cuando era niño vivió encerrado en un caserón junto a sus otros dos hermanos: Ópalo y Ágata. Su madre decidió encerrarlos a raíz de perder a la más pequeña de los niños, según ella, tras recibir el lametazo de un perro, "perro demonio". Sea por el miedo exagerado de la madre, o su demencia, no queda muy claro, los niños se verán privados de su libertad, de su infancia, y pasarán años hasta que sean rescatados. La imaginación desbordante de los niños les llevará a vivir innumerables aventuras a pesar de no tener contacto con nadie, y de contar solo con las enciclopedias escritas por su padre. El señor Ámbar, ahora residente de una residencia para artistas, contará la historia a otra residente, pianista de acompañamiento, que se convertirá en la voz en primera persona de esta historia. Yoko Ogawa plantea la situación de tal forma que te ves incapaz de recriminar a la madre su actitud, porque ella también es una victima, al igual que la narradora. Esto demuestra una sensibilidad extrema a la hora de tocar temas tan delicados como el abandono de los ancianos, las condiciones de vida en algunas residencias, pero también la demencia, o el Alzheimer. Una pequeña joya, incluso dentro de la bibliografía de esta autora tan completa. |
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