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Crítica de Ferrer


Ferrer
08 June 2019
En La bella Annabel Lee de Kenzaburo Oé (Seix Barral, en traducción directa del japonés) encontramos entre los personajes a Hikari Oé, hijo de Kenzaburo, al narrador (el propio Oé) y al productor cinematográfico Tamotsu Komori, quienes se encuentran después de treinta años y recuerdan lo que fue el cinematográfico Proyecto M. Una novedad en el Oé narrador es que sea una mujer la coprotagonista de la novela, Sakura Ogi Magarshack, por la que los dos hombres se sintieron atraídos en el pasado. Una mujer que ha perdido por enfermedad a su marido, que es la protagonista de la nueva película del productor Komori, la adaptación de Michael Koolhaas del alemán Heinrich von Kleist con guion precisamente de Oé, y que alberga oculto en su interior un momento de su pasado, vinculado a otra adaptación fílmica, la de Annabel Lee de Edgar Allan Poe, dirigida por su marido.
Personajes de carne y hueso, personajes de ficción, la frontera entre realidad y ficción se cruza casi a cada página. Por lo tanto, hay tres niveles temporales: uno que narra la juventud de Oé, cuando estudiaba con Komori; otro, quince años después, que cuenta el frustrado Proyecto M; y el actual, que cuenta la preparación de la nueva adaptación fílmica de Michael Koolhaas y el intento de redención de Komori.
Otro de los rasgos del Oé narrador, además de la amistad y los dilemas morales, es la referencia literaria. En esta novela, desde la archiconocida Lolita de Nabokov, Malcom Lowry y sobre todo la citada Michael Koolhaas, pero también se mencionan a Jude el oscuro de Thomas Hardy, a Edward W. Said, a Solzhenitsin y a Hans Magnus Enzensberger por citar algunas de esas referencias. El Proyecto M (las cuatro adaptaciones de Koolhaas que se realizan en diferentes partes del mundo) removerá la angustia de aquellos momentos y Sakura, una “virgen eterna”, se apoyará en el narrador para sobrellevarlo. Esta cercanía entre ambos provoca los celos de Komori y conduce a todos a un final con buen sabor de boca.
Esta es solo parte de la madeja argumental de la novela, que transita de manera vertiginosa con influjos de Joyce entre el presente y el pasado, entre la juventud perdida y el poder como corruptor de la inocencia. Una reflexión sobre la ética y los valores morales, la vida y el arte, el tiempo y la memoria. Un Oé en estado puro, con un regusto a Auster y Vila-Matas, que deja sombras en la memoria del lector. Libros, amistad, saltos temporales de improviso, la prosa de Oé es suave como una caricia, por lo que las páginas de la novela caen una tras otra como hojas de árbol mientras los personajes superan los obstáculos que la ficción les ha deparado. El motor narrativo se sustenta en saber si la película se materializará y de qué manera porque este libro es Oé, pero también es Kohlhass y cómo se construye el argumento del filme de marras.
Oé, escritor comprometido nacido en 1935 en Japón y Nobel en 1994, experto en Sartre, admirador de Cervantes, lector de Paz, Spinoza, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa, es autor de Renacimiento, ¡Adiós, libros míos! y de Arrancad las semillas, fusilad a los niños, entre otras. Su obra ha recibido los elogios de Ishiguro, Murakami y Mishima. La tragedia de su hijo, con una lesión cerebral, marcó su vida y su literatura hasta el punto de ser el máximo exponente del realismo grotesco; la tragedia de Hiroshima y Nagasaki también le marcó de manera indeleble. Sin ambas tragedias, Oé quizá hoy ni siquiera escribiría, porque no habría demonios que exorcizar literariamente.
En La bella Annabel Lee nos ofrece su concepción de la creación artística, su anhelo y escribe: “Seguiré escribiendo novelas si logro encontrar, más que temas, formas nuevas para hacerlo”. Apuesto por ello.
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