Sin embargo, a Barack el escepticismo no le preocupaba, como tampoco le había preocupado nunca tenerlo todo en contra. Al fin y al cabo, era un unicornio: marcado por su peculiar nombre, sus particulares orígenes, su complicada adscripción racial, la ausencia de su padre, su mente privilegiada. Estaba acostumbrado a tener que demostrar su valía allá adonde fuese.
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