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'Biografía del hambre', sencillamente, me ha fascinado. ▫ "Soy excesiva", dice Amélie de sí misma. Y cómo la entiendo, porque yo también lo soy. Amélie habla del hambre en el sentido más amplio de la palabra ("El hambre soy yo"), yendo más allá del plano físico: siente glotonería por la comida (sobre todo de chocolate) y por el agua, pero también hambre de descubrimientos ("El hambriento es un ser que busca"), de nuevas experiencias, de conocimiento, de amistad, amor y, en definitiva, de belleza. Construir una biografía en función de los distintos sabores que buscamos en cada etapa de nuestra vida es una idea extravagante a la par que reveladora, puesto que en el camino nuestro concepto de hambre va cambiando. La escritura de Nothomb es visceralmente personal. Libro corto y ligero, la lectura avanza de manera ágil, como volando de una página a otra. Con la perspectiva de una niña muy peculiar nos revela aspectos de su vida que, a riesgo de parecer banales o superficiales, constituyen la importancia de lo propio. He leído comentarios de señoros diciendo que Nothomb padece de un narcisismo delirante puesto que su rostro ocupa las portadas de todos sus libros. A las mujeres se nos critica hasta por ser egocéntricas, nada nuevo. Dice Amélie que de niña se ve a sí misma como un Dios, ¿y si siguiera viéndose así? Las mujeres también podemos ser un poquito ególatras sin que nos condenen por ello. Amélie, a mí me has conquistado. Con tu infancia salvaje y sorora, la amistad como locura, el concepto de hambre como ávido apetito por todas las cosas, tu alcoholismo precoz, tu forma de narrar el episodio más atroz de tu vida de forma delicada y poética (la literatura nos salva), y tu reconstrucción del cuerpo que habitas. Amélie, yo a ti te voy a leer siempre. |
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