Hasta conocer a Christa, uno de los placeres de mi vida de adolescente había consistido en leer: me tumbaba en mi cama con un libro y me convertía en el texto.
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Hasta conocer a Christa, uno de los placeres de mi vida de adolescente había consistido en leer: me tumbaba en mi cama con un libro y me convertía en el texto.
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A continuación inventé la palabra "christada": el alcance de Christa. La christada designaba el perímetro que la presencia de Christa era capaz de envenenar. La christada abarcaba varias arqueadas. Existía una noción más amplia que la christada: la antichristada, círculo maldito dentro del cual vivía cinco días por semana, de circunferencia exponencial, ya que la Antichrista ganaba terreno a ojos vista, mi habitación, mi cama, mis padres, mi alma.
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Yo la miré anonadada. Ella clavó sus ojos en los míos y vi que estaba saboreando mi humillación. Sus risas volvieron con más fuerza si cabe. Un relámpago atravesó mi cráneo: "¡No se llama Christa! ¡Se llama Antichrista!"
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¿Cuál de los siguientes libros fue escrito por Gustave Flaubert?