(…) Con el latido de su corazón femenino en su mano, juró que jamás le haría daño, que daría su vida por evitarle cualquier pesar. Trajera lo que trajese el mañana, él jamás rompería su juramento. |
(…) Con el latido de su corazón femenino en su mano, juró que jamás le haría daño, que daría su vida por evitarle cualquier pesar. Trajera lo que trajese el mañana, él jamás rompería su juramento. |
Algunos vínculos no se pueden romper, por mucho que lo quieras, por mucho que te empeñes.
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—¿Cómo es posible que lo ame aún más ahora de lo que lo amé en su día? ¿Cómo es posible que sienta tanto amor por él cuando pensaba que ya no podía amarlo más?
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En una ocasión había pensado que lo que sentía por ella lo era todo, que estaba más allá de lo que cualquiera pudiera sentir. Pero se había equivocado. Eso, después de tantos años sin ella, era más.
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(…) Ojalá pudiera no amarle. Ojalá pudiera volver la vista atrás a la niña que fui y decir, bueno, tuvo un romance y una decepción, su ración de desamor. Ahora ha pasado página. Pero siempre que miro mis cartas, él es una de ellas. Y siempre lo será.
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(…) Por muy lejos que me fuera, a veces te oía tocar como si estuvieras a mi lado. Le partía el corazón. —Nunca me lo habías dicho. Él se limitó a encogerse de hombros. —Tu música me trajo a casa más de una vez. Igual tenía que ser así. (…). |
No podía utilizar su don para aliviar su corazón, y no lo haría. A menudo se preguntaba si el hecho de saber que también ella le amaba, que también sufría, le aliviaba o le atormentaba aún más. Reconocía que algunos días eso lo reconfortaba y otros, en cambio, le removía las entrañas. |
Le dolía mirarla, tan cercana y a la vez tan distante. Verla la cara, oír su voz, oler su perfume, solo el suyo, entre todos los que inundaban el taller, le proporcionaba más sustento que todas las galletas de jengibre que pudiera comer.
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¿Quién mata al elfo Dobby?