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Crítica de Beatriz_Villarino


Beatriz_Villarino
17 August 2021
Todavía estoy alucinando. Y eso que me he enfadado con el autor por decidir dejar solo a Harry Hole. Pero mi enfado no es otra cosa que la descarga de emociones ante un personaje de tamaña envergadura. Harry ha nacido, en esta primera novela de su serie, El murciélago, para estar solo. Y con suerte. Ya venía atormentado desde Noruega, aunque en proceso de rehabilitación. Aficionado al alcohol, termina la relación que mantenía con su novia. Borracho, conduce el coche patrulla con su compañero de copiloto, que muere cuando Hole provoca un accidente. En el hospital, se entera de que sus jefes le darán otra oportunidad. Obviarán su estado en el informe. Es un aviso. Sin beber alcohol llega a Sídney para investigar el asesinato de Inger Holter, una noruega que trabajaba como camarera en Australia. Allí le asignan como compañero a Andrew Kesington, detective aborigen, que desde un segundo plano conoce perfectamente el ambiente en el que se desenvuelve el asesino, la asesinada y Birgitta, que aparece como un ángel para cuidar y amar a Harry en todo momento.

Pero no podemos relajarnos mientras leemos con pasión, seducidos por el estilo y el personaje, porque nada es lo que parece. Hablamos de un asesino en serie. Hablamos de alguien con un lado oscuro, totalmente sociópata y sádico. Tanto, que es capaz de descargar su podredumbre y su odio en seres frágiles y mujeres desvalidas que no van a poner trabas a sus intenciones ocultas, que van a confiar en él porque su falta de empatía consigue mostrarlo amable, cuando le interesa, con todos, hasta que se quita la máscara y confiesa su rencor «Ustedes nos quitaron la tierra, la violaron y la mataron delante de nosotros […] Bueno, ahora sus mujeres sin hijos son mi Terra Nullius, Harry. Nadie las ha fecundado y, por consiguiente, no son propiedad de nadie. Simplemente sigo la lógica del hombre blando y actúo como él».

Pero esto no es del todo cierto.

El psicópata no es un ser humano. Su cabeza no funciona como la del resto, intenta despistar a la policía haciendo recaer la culpa en quien no la tiene, por eso las pesquisas van pasando por el novio de Inger, por camellos, drogadictos, amigos… todos irán muriendo también antes de que la policía se dé cuenta de que ellos no han podido ser. Una vez terminada la novela somos conscientes de que el asesino ha ido dejando pistas, pero es imposible que las averigüemos hasta que no llegamos al final «¿Han descubierto algo nuevo sobre el caso que le hizo venir aquí, Harry? —No lo sé —contestó Harry con sinceridad— A veces […] la solución se encuentra tan cerca que no se ve más que como algo borroso en la lente».

Hay magia en la lectura de Jo Nesbø. Quizá por la acumulación de leyendas, fábulas, tradiciones aborígenes australianas que rodean la fealdad del asunto investigado por Hole y consiguen cierta aura de irrealidad capaz de que disfrutemos de la lectura sin perder por un momento siquiera la expectación. Todo lo contrario. Cuando más relajada es la anécdota, un nuevo mazazo cae implacable sobre el lector que asiste, incrédulo, al desmoronamiento del protagonista una y otra vez; que es testigo de la pérdida de aquellos que se le acercan para mostrarle su amor, comprensión o confianza. El lector, desconcertado, cae en la frustración, en el desánimo, en el escepticismo al ver cómo se desvanecen las esperanzas que había puesto en los personajes.

Pero Nesbø es soberbio en la creación de la trama, por eso, cuando todo parece perdido para el protagonista, resurge como el ornitorrinco de la fábula australiana para adaptarse a las nuevas condiciones extremas y respirar en el agua si quiere sobrevivir. Harry renace como alguien que no es de este mundo y sale de entre las leyendas antiguas para obtener ayuda de seres fabulosos que podrán atacar sin piedad a un contrincante mucho más fuerte que él.

El murciélago es una novela negra. Por eso encontramos una crítica evidente hacia la injusticia cometida con los aborígenes. Es el problema de los conquistadores blancos, que siempre verán a un «negro cabrón» desde su punto de vista «blanquito». El hombre blanco, desde su estatus superior se permite cierta magnificencia con aquellos que vivían en una tierra antes de que él la ocupara. Es magnánimo, paternal, pero no puede evitar el racismo «Por supuesto, no tiene ni la más remota posibilidad de ascender en el escalafón, pero le consideran uno de los mejores investigadores de Sídney».

«Incluso los australianos blancos son unos histéricos que se cuidan de no decir nada inconveniente. Esa es la paradoja. Primero arrebatan a nuestro pueblo su orgullo y cuando ya se lo han quitado tienen miedo de pisarlo».

Nesbø incide en las atractivas historias fantásticas australianas, expuestas como metáforas alusivas a la vida de los protagonistas, o a la evolución del ser humano.

La creación de la cigüeña y el emú, además de ser interesante, dura y bella al mismo tiempo, es la historia de cómo el hombre es capaz de salir adelante con los medios que cuenta. Es la que hace posible que Harry pueda vencer en su lucha final. Y es la que advierte de los beneficios (siempre beneficios) de la mezcla de razas: somos diferentes, con costumbres distintas, aunque capaces de forjar nuevas tradiciones en la convivencia. Quienes no se adaptan son seres miserables que no aceptan a los demás, algo temerán, y sacan su «Frustración por el hecho de que no se contentan con destruir su propia vida sino que tienen que llevarse por delante a los demás en su caída».

Harry Hole es un acierto. Sus métodos varían según el estado de ánimo del momento, desde los buenos modales hasta la amenaza pasando, por supuesto, por la cínica provocación «¿Ve a aquel tipo enorme y calvo junto a la puerta? […] es el primo del tipo al que le partieron el cráneo con el bate ayer. Hoy se ha ofrecido encarecidamente a acompañarme hasta aquí…».

Y Jo Nesbø ha acertado de pleno al llevar a Hole desde Noruega hasta Australia porque con un estilo en el que se mezcla lo expositivo, el cuento, la fábula, la ironía, el humor y el cinismo, puede reflejar la situación laboral de aquellos que emigran a un país, que no viene a ser mucho mejor que la de los indígenas de ese país, cuando el color de su piel es negro.


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