Otra vez tenemos aquí a Harry Hole, ese atormentado policía que parece que le ha mirado un tuerto, mientras un gato negro se le cruzaba por delante al pasar por debajo de una escalera y romper un espejo. Y es que este hombre tiene "la negra". En este libro Harry sigue tan alcoholizado como siempre, más solo que nunca y encima se ha aficionado al hachís. Ha dejado la policía, se ha ido a la otra punta del mundo y hace todo lo posible por desaparecer. Pero incluso allí le buscan, y es que una serie de asesinatos en Noruega hace pensar que hay un nuevo asesino en serie y solo Hole puede atraparlo. O eso le dicen. Si el Muñeco de Nieve fue aterrador, inquietante, el Caballero no se queda corto. La investigación es un devenir de carreteras cortadas, vías sin salida y puntos muertos, en lo que nada es lo que parece. Como siempre, la lectura resulta absorbente, aunque hay tanto personaje que a veces necesitas un rato para acordarte de quien está hablando. Y por supuesto he disfrutado cada página. |