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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
10 November 2022
El maestro de almas se publicó por entregas entre mayo y agosto de 1939 en el semanario Gringoire y, teniendo en cuenta que la Segunda Guerra Mundial comenzó en septiembre de ese mismo año, estamos ante una de las últimas obras que Irène Némirovsky publicó en vida. La última fue Los perros y los lobos (publicada a finales de 1939 también en Gringoire con su nombre, y a comienzos de 1940 en la editorial Albun Michel ya con seudónimo para preservar su anonimato e intentar garantizar su seguridad). En fin, ya sabemos como terminó todo, Irène murió en agosto de 1942 en Auschwitz. Tanto Albun Michel como su familia se convirtieron en los protectores de las hijas de Némirovsky desde el momento en que fue deportada al campo de concentración, y gracias a que salvaron la vida hemos podido tener en las manos Suite francesa... pero esa es otra historia. Hoy vengo, como os decía, a hablaros de El maestro de almas, y de verdad, tenéis que leerla. Os lo digo desde ya.

Nos vamos a Niza, años 20. Allí vive Dario Asfar junto a su mujer, que precisamente da a luz la noche en la que comienza la historia. Dario es joven, médico y muy, muy pobre. A lo largo de la narración se le describe como de tipo levantino (en cierto momento se ubica su lugar de origen en Crimea) y esos rasgos extranjeros hacen que le salga muy poco trabajo y que además muchas veces ni le paguen. Pide dinero, suplica dinero, pero nadie se lo presta. Hasta que un día le piden que haga algo éticamente cuestionable dentro de su profesión y cobra por ello una suma importante que resuelve muchos de sus problemas... y en ese momento algo se rompe dentro de Dario, comprende que es mucho más fácil ascender en sociedad, tener una buena posición y hacerse rico si no sigue los caminos morales y éticos que establece su profesión, y no lo duda ni un momento. Se traslada a París, y allí se convierte en un charlatán, un estafador y un farsante. Consigue todo aquello que andaba buscando, pero las consecuencias son inevitables por muchos años que tarden en llegar.

A ver cómo os lo digo... no he soportado ni un instante a Dario, y he disfrutado muchísimo del proceso. Sé que probablemente no será la opinión habitual sobre el personaje, que habrá quien lo compadezca, quien intente comprenderlo, quien crea que es merecedor de lástima como el miserable que es... yo no pertenezco a ese grupo, y encantada de la vida, oiga. No sé si este personaje fue creado para gustar al lector, pero sí creo que su autora vertió sobre él todo el desencanto y la decepción que sentía ante la degradación persistente e imparable del alma humana. Cada paso que Dario da lo aleja un poco más de su humanidad, sus escrúpulos, su conciencia y el respeto por sí mismo y la gente que lo rodea. Dario representa una visión muy negativa del ser humano, y Némirovsky narra su ascenso social y su equivalente descenso ético y moral de ese modo tan suyo, tan impoluto y elegante como afilado e inteligente. Es un personaje que toma decisiones cuestionables de manera consciente durante todo el libro, un inmigrante desubicado que se rinde sin apenas resistencia a ese destino al que la prejuiciosa sociedad parece abocarlo precisamente por ser extranjero con aspecto extranjero, y que en vez de luchar honradamente, de imponerse, de demostrar que es tan válido como cualquiera de esos canallas de piel blanca y reluciente, decide convertirse en un miserable sinvergüenza para destacar y elevarse.

Pero, ¿quién es Dario Asfar? al principio un pobre hombre, desesperado por tener algo que darle de comer a su mujer y a su bebé recién nacido. Pero también esconde una oscuridad que sale a la mínima oportunidad que se le presenta y que, llegado a un determinado punto, lo envuelve absolutamente todo. Está obsesionado con el dinero, consigue su ansiado estatus social convirtiéndose en una especie de terapeuta engañabobos, pero, a pesar de la ingente cantidad de dinero que gana, siempre debe dinero. de cara a la galería es quien quiere ser, esa es la imagen que transmite, pero vive siempre por encima de sus posibilidades, endeudado, de préstamo en préstamo incluso cuando debería ser muy, muy rico, aferrándose al único sosten del prestigio para mantenerse en su tren de vida. Y encima se pasa todo el libro diciendo que lo hace por su hijo, todo por su hijo... pues no, Dario, no es verdad. Te engañarás tú, pero al lector no se la das con queso. Se convierte en un hedonista subyugado por sus deseos, sus infidelidades y sus malas compañías sin un solo remordimiento que empañe su conciencia. Él se denomina a sí mismo Master of souls, ese es el cuento chino que le vende a las frívolas señoronas parisinas, pero no, Dario no es un maestro de almas: es un ususero de almas, un especulador, y en ese proceso de abuso pierde la suya propia con el único fin de ascender, medrar y descollar. El alma a cambio de la celebridad, pero ¿se puede ser feliz sin alma?

Y todo esto que os estoy diciendo es solo, precisamente, el alma de la historia, pero apenas un esbozo de lo que se puede encontrar en su interior. Yo os cuento el proceso de degradación y deshumanización del personaje porque no se puede hablar de la novela sin hacer mención a ello, pero es solo una baldosa de todo el recorrido que supone acompañar al Dario de treinta y cinco años que vive en Niza en 1920 (pobre, desesperado pero todavía honesto) en su viaje hacia el Dario de 1936, con numerosas paradas en las que va empeñando pedazos de su alma. Es durante ese viaje donde Irène Némirovsky demuestra lo grandísima escritora que era. Por un lado tenemos el retrato social del París de los años 30, repleto de personajes arribistas, carroñeros, ruines y caraduras que conformaban un microcosmos al que todo aquel que quisiera ser alguien en sociedad quería pertenecer y del que podían surgir mil cuadros y realidades diferentes, a cada cual más asombrosa y perturbadora. Pero por otro tenemos el retrato psicológico brillante y soberbio de Dario Asfar, tan humano en sus imperfecciones, errores y tropiezos, tan realista en sus aspiraciones y ambiciones, tan auténtico cuando se pierde y ya no vuelve a ser capaz de encontrarse, que el lector es consciente de que, aun cuando su creadora cargó sobre sus espaldas una maleta llena de traición, indignidad, impudicia, desilusión y desesperanza, lo compadecía lo suficiente como para no demonizarlo.

Dario es una suerte de Fausto que vende su alma por algo mucho más triste y patético que el conocimiento infinito, y que está tan corrompido que se ha olvidado de cómo amar y aceptar el amor de los que le quieren. El maestro de almas es tan recomendable como cualquier obra de Irène Némirovsky, un ejemplo maravilloso del talento y genio de esta escritora y una lectura que se queda en la cabeza del lector para surgir de cuando en cuando... Dario Asfar es de esos personajes que no se olvidan, que por mucho tiempo que pase, si te preguntan por él sabes cómo empezó, lo que hizo y cómo acabó. ¿Qué mejor elogio para una autora que decirle que dio vida a un personaje que ya no vuelve a separarse del lector?
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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