María Negroni da cuenta en este libro de la necesidad de transcurrir que tiene el lenguaje. Negroni es la biógrafa de los instantes “mortalmente infinitos" y de aquellos instantes que hacen la eternidad del abismo. Y entre los intersticios de la temporalidad la ternura sobre un mundo desolado, que la poeta nombra. Nombrar el mundo con el canto y la voz de un “ruiseñor desprestigiado”, voz y canto que se incendian, no para ser ceniza sino para coser “harapos radiantes”, adheridos y tarareados en un cielo que se subvierte para ser cauce. Oratorio atiende a su principal acepción: oratorio como un lugar para decir la oración. En efecto, este conjunto de poemas configura una plegaría que se basa en la pregunta retórica: ¿y la felicidad?, ¿existe como estatuto en algún lado? La poeta intenta todas las posibilidades de respuesta: nunca se sabe en la palabra jardín crecen las manzanas La belleza de la poesía que se dice/reza en este oratorio al igual que en los ritos religiosos, demanda respuestas asamblearias, conjuntas, corales y nos convoca. Es cuestión de dejarnos tocar por el misterio, pues tal como dice Negroni: la ausencia de dios es también dios lo que está quieto también está danzando. Dejémonos alumbrar por esta luz tamizada por la gramática, la poesía todavía puede llevarnos a “aquella orilla de río/ que todavía no pisamos”. + Leer más |