'Aroma de azafran'

“Aroma de azafrán” nos trae la historia de Victoria, una mujer que lo ha pasado mal desde muy niña. Con pocos años perdió a sus padres y su hermano y ella se quedaron al cuidado de sus tíos. Es verdad que éstos les quisieron mucho y les trataron muy bien y que, además, tenían una posición desahogada gracias a las tierras que poseían en las que cultivaban el azafrán, pero no es lo mismo y Victoria siempre ha echado de menos el cariño de sus padres.

De mayor las cosas no le van tampoco demasiado bien. Se casa ilusionada pero al año de casada la vida le vuelve a dar un varapalo: su marido muere. Por si fuera poco, su hermano Manuel aparece muerto, se cree que asesinado, en extrañas circunstancias. A Victoria no le queda más remedio que asumir el control de su vida, dirigir sus negocios y movilizar a la policía para que haga más énfasis en la investigación de la muerte de su hermano.

Victoria, la protagonista absoluta de esta novela, es una mujer que se hace a sí misma y que no se resigna a los estrechos márgenes que a una mujer de su condición le vienen impuestos en la sociedad del siglo XIX. Desde pequeña ha ayudado a sus tíos en el cultivo del azafrán, sabe lo durísimo que es pues la recolección ha de tener lugar en unos pocos días lo que hace que tengan que trabajar muy rápido pero con sumo cuidado dada la delicadeza de la planta. Desbriznar azafrán no es nada fácil y cuando su tía, una gran desbriznadora muere y su tío, que dirigía los negocios, también, es Victoria quien tiene que hacerse cargo de todo.

La historia transcurre en un pueblo manchego llamado Casas Rojas. Es un pueblo ficticio pero que me imagino no es difícil reconocer en algún pueblo real. La vida del pueblo y de sus habitantes está muy bien caracterizada. Sabremos cómo vivían, fundamentalmente desde la perspectiva de los señores, los que daban trabajo a prácticamente todo el pueblo. Veremos cómo era el día a día y cómo las cosas cambiaban con la cosecha. Cómo se contrataba a jornaleros, cómo trabajadores y señores trabajaban a una, cómo se realizaban fiestas en las que los jornaleros eran los “reyes”, etc… El punto costumbrista de esta novela es muy destacable y me ha parecido sumamente interesante.

Los personajes son también muy interesantes. Obviamente, Victoria, la protagonista pero también quienes están a su alrededor y le van a ayudar en su lucha por reflotar la plantación. Especialmente, su querida prima Solete, con la que se ha criado, y el que será marido de ésta que no tiene problemas en acatar las órdenes de una mujer y le ayudará en todo. Los personajes están muy bien caracterizados y vamos a ir viendo cómo evolucionan a través de los años, desde que son muy jóvenes hasta llegar a la edad adulta.

Además de toda esta historia de tintes costumbristas, tendremos una trama o subtrama que entra de lleno en el género de la intriga y es la relacionada con Manuel, el hermano de Victoria. A Manuel no le gustaba el pueblo, él quería vivir en la ciudad y allí se fue en cuanto pudo. Y en la ciudad llevaba una vida que ni los tíos de Victoria ni ella misma conocían. Cuando murió, Victoria se desesperó como es lógico pues amaba mucho a su hermano. Pero más le desesperaba la aparente inacción de la policía que apenas se esforzó por aclarar las causas de la muerte. al final es la propia Victoria quien tiene que tomar las riendas del asunto para intentar averiguar qué le pasó. Toda esta parte mantiene muy bien la intriga y, si bien no convierte a la novela en una novela de misterio, le aporta una dosis de éste la mar de interesante.

La novela se estructura en trece capítulos más un epílogo que transcurre diez años después de los hechos principales. Es un narrador omnisciente quien nos va contando la historia y lo hace con un lenguaje claro y sencillo de muy fácil lectura. La novela combina la narración con el diálogo y, sin ser una novela de ritmo intenso, lo cierto es que se lee con fluidez y agrado.

Conclusión final

“Aroma de azafrán” es una novela costumbrista con una subtrama de misterio que nos habla de una mujer fuerte que ha de liberarse del estrecho corsé al que le somete su condición femenina y tomar las riendas de su vida y de su hacienda.