Wakefield

“… a pesar de que la creencia colectiva sea que cualquiera podría hacer algo similar, cada uno en su fuero interno sabe que no sería capaz de perpetrar una locura de tal calibre.”

Seguro que han jugado ustedes alguna vez. Alguien cuenta el armazón de una historia enigmática y el resto de jugadores tendrá que resolver el enigma a base de preguntas cuyas respuestas sean únicamente sí, no o indiferente. A esto parece jugar el narrador de este singular relato tras leer en el periódico la noticia de un extraño suceso en la vida de un matrimonio en nada diferente a cualquiera otro del Londres de la época (no teman la revelación o el destripe, es algo que se dice en la primera página del cuento).

“Fingiendo marcharse de viaje, el marido [Wakefield] se fue a vivir justo a la calle contigua a su propio domicilio y permaneció allí más de veinte años, sin que ni su mujer ni sus amigos supiesen nada de él (…) Durante todo aquel tiempo pudo contemplar su casa un día tras otro (…) Finalmente (…) entró una noche por la puerta tan tranquilo, como si solo se hubiera ausentado el día anterior, recuperando de nuevo su papel de amante esposo hasta la muerte.”

Con estos mimbres, el narrador invita a sus lectores a jugar con él en el interesante rompecabezas de un hecho al que el autor empieza dando visos de realidad — una noticia leída en el periódico—.

“¿Qué clase de hombre era Wakefield? Podemos crearnos nuestra propia idea con toda libertad.”

No les avanzaré nada acerca de la idea, más bien las ideas, que el narrador se hace acerca de la personalidad de Wakefield y de los porqués de su extraño comportamiento, aunque sí subrayaré nuevamente su esfuerzo para que, tal y como expone en la nota que encabeza mi comentario, demos por buena tal interpretación y, por ende, aceptemos la verosimilitud que el narrador concede a los hechos. El propio autor escribió al poeta Longfellow lo siguiente: «Me he recluido; sin el menor propósito de hacerlo, sin la menor sospecha de que eso iba a ocurrirme. Me he convertido en un prisionero, me he encerrado en un calabozo, y ahora ya no doy con la llave, y aunque estuviera abierta la puerta, casi me daría miedo salir».

Sin embargo, la grandeza del relato es que en su planteamiento está el ser inagotable. La historia no se agota en sí misma, intuimos que hay más o qué hay otra cosa, quizás algo tan simple e inexplicable como el típico y tópico caso del hombre tranquilo y correcto, aunque algo silencioso y solitario, que un día cualquiera se levanta y acribilla a veinte personas en la hamburguesería de su pueblo. Un simple click, un cortocircuito neuronal que hace de nosotros una persona totalmente distinta.

Tienen razón, esta posibilidad le quita magia a la historia, pero no me digan que no deja de ser inquietante tal posibilidad. Y hablando de temas inquietantes, fantásticas las ilustraciones al relato que ha creado Ana Juan para la edición de Nórdica. Ella se encarga de dar a la esposa de Wakefield el protagonismo que no tiene en el cuento, aunque solo sea para reflejar el paso del tiempo.

Es un relato realmente corto pero intenso, cuando leí la sinopsis pensé que trataba del típico acto de un hombre de “voy por los cigarros” y no regresa nunca a su casa.

Bueno tiene algo de eso, pero la motivación de Wakefield para irse, la manera en que lo hace, el reflejo de la inmensidad de su egoísmo y egolatría sumado a su tremenda estupidez es lo que refleja este pequeño relato.

¿A cuantas personas no les habrá pasado por la cabeza eso de “que pasara si un día me muero? ¿cómo actuarán las personas que me rodean el día de mi funeral?” Si bien esta no es la motivación de Wakefield, de alguna manera termina sucediendo para luego venir y darse contra la pared, no hay vuelta atrás y no hay reivindicación para este personaje, pero no porque no la haya si no como castigo a su enorme cobardía.

Me encanta leer cosas donde con tan pocas páginas y palabras se nos entrega una gran calidad narrativa y de historia, este sin duda es un relato que vale la pena leer.

Las imágenes en esta edición son realmente buenas, si bien no son muchas, reflejan muy vivamente lo que establece el relato, una edición preciosa.

Un libro super cortito. Ilustrado por @anajuan_art que a mí me pierde sus dibujos y cuando se lo vi a @okrabooks me animé a leerlo. Y es que se lee en media hora real.

La historia es sencilla, un hombre cansado de su rutina y la verdad , porque si, decide desaparecer. Pero lo curioso es que se muda a la calle de al lado así que ve cómo se desarrolla la vida sin él aún estando ahí. Es un muerto en vida podría decirse.

Tengo que reconocer que me ha parecido muy cruel. A la pobre mujer la abandona sin explicación ninguna y ve su deterioro desde cerca. La mentira es tan grande que pasan 20 años en esa soledad observadora, y cuando se da cuenta de su error no es capaz de volver. Y acaba extinguiendose en su soledad.

Nunca había leído algo parecido. Me ha gustado pero a la vez me ha parecido tan estúpido desaparecer así porque si que no le encuentro ningun sentido. Creo que me ha faltado algo más de transfondo para entender el porqué. ¿O igual es que yo pienso demasiado?

Relato pequeño que sin decir demasiado te proporciona tantas preguntas sobre los protagonistas y sobre la vida misma. Hay muchos cabos sueltos, pero no interesan al autor. Lo que quiere es señalar lo vacío de la existencia, lo absurdo de algún comportamiento, lo retorcidos que podemos ser o, quizás, como no sabemos reconducir nuestras decisiones una vez que se ven equivocadas. Es también una narración sobre la huella que dejamos en los demás.
La edición de Nórdica -bilingüe e ilustrada- es un plus para este breve relato o disertación de Nathaniel Hawthorne. Traducido por María José Chuliá e ilustrado a blanco y negro, de forma brumosa, por Ana Juan.

Se trata de un compilado de seis relatos, entre los que se destaca Wakefield, El Velo Negro del Ministro y La Hija de Rappaccini. También Ethan Brand es maravilloso. La voz narrativa de Hawthorne es precisa, elegante y siempre siniestra. Lo oscuro, lo macabro, la locura, se combinan con la hipersensibilidad del romanticismo norteamericano. La combinación es explosiva. El ritmo es hipnótico, la lectura se acelera a medida que avanza. Creo que es un autor que pone ansioso a cualquier lector que se deje llevar por la fuerza de la literatura temprana de los Estados Unidos. La selección de relatos en este libro es acertada, lo mismo pasa con la traducción. Se lee rápido y se disfruta mucho. Creo que es un libro muy recomendable junto con La Letra Escarlata, obra cumbre del puritanismo infernal de los primeros habitantes del país más poderoso y loco del mundo. Opino que también es interesante leer este libro junto con el fabuloso ensayo de Harold Bloom sobre La Religión Americana.