Irrompible

Últimamente estoy leyendo mucha romántica y puede ser que me vaya desgastando con este género, pero lo bueno es que estoy yendo un poco sobre seguro tirando de autoras que ya he leído previamente o las que me inspiran confianza con lecturas ligeras. En este caso, adelanto que Irrompible no es una lectura ligera, pero si sois habituales del blog, ya sabréis que Romina Naranjo fue uno de mis mejores descubrimientos el año pasado y que desde entonces he leído todo lo que he podido de ella (que me haya dado tiempo hasta ahora), de tal forma que esta ya es mi quinta inmersión en una de sus historias y de momento aunque me sature un poco con el género, de ella sí que no estoy saturada porque todo lo que escriba, bienvenido sea.
El principal atractivo que tiene esta novela es su protagonista masculino, algo que viene siendo habitual en las novelas de Romina Naranjo porque trabaja su personalidad más allá de lo que suele ser el típico chico de las novelas románticas. Tucker es todo lo contrario a un príncipe azul por el que suspirar: es malhablado, un borde de cuidado, tiene un carácter a la defensiva que parece que está rebotado con el mundo, trabaja en un taller de coches y hace horas extra como tatuador, va desaliñado y apestando a grasa de motor la mayor parte del tiempo y comete errores, muchos. Es decir, Tucker está muy lejos de ser perfecto y por eso mismo me ha encantado (aunque seguro que si existiera en la realidad me resultaría bastante inaguantable, o por lo menos, irritante). Tucker trae consigo además de su fuerte personalidad, una familia desestructurada anclada en el pasado tras el abandono de su padre, cuya madre aún no ha superado lo ocurrido y tiene que lidiar con su ligero trastorno. Además, con una hermana adolescente, Bianca, tiene que tener cuatro ojos para que ningún mal chico se le acerque y traiga más problemas añadidos a su “tranquila” vida de chico de pueblo, algo que se complica con la llegada a su taller de Dean, el nuevo pretendiente de la pequeña Bianca. Así que este personaje resulta bastante redondo porque su construcción no sólo depende de su personalidad sino también de su entorno, con personajes secundarios muy bien planteados, con subtramas propias.
Por otro lado, Amelia tiene la misma relevancia en la novela porque aunque no está narrada en tercera persona, el narrador omnisciente permite ver ambos puntos de vista muy equilibrados y con la misma cantidad de páginas más o menos para uno y para la otra, así que también la llegamos a conocer en muchas de sus facetas. Amelia es una chica responsable, universitaria, cuyo pueblo natal, Kendall, se le queda pequeño para todo lo que quiere hacer en su vida. Es educada, inteligente y la única capaz de meter en vereda a Tucker. Lástima que ya no se puedan ni ver. A su alrededor también encontramos varios personajes igual de interesantes que los secundarios por parte de Tucker, como son su abuela Denis o su madre Sonya, que no quiere que nada ni nadie la aparte del buen camino y de su brillante futuro. Además, antes de volver a Kendall deja un asunto pendiente con Logan, joven empresario con el que mantiene una relación más o menos abierta. Todos ellos completan el cuadro de Amelia para darle más expansión pero también ella misma es un personaje con muchísimos matices que no se suelen ver en otras novelas (por ejemplo, es diabética y tiene que convivir con su peculiar día a día). Me ha caído muy bien y se pueden comprender fácilmente todas las decisiones y reacciones que va teniendo a lo largo de la novela porque, aunque no se compartan, la autora se encarga de que las entendamos.
La trama es muy pero que muy sencilla y toda la novela se basa en esa única idea: hace tres años una relación en plena combustión termina de forma brusca y Tucker y Amelia cortan, él permanece en Kendall y ella se va a comenzar una nueva vida. Ahora Amelia tiene que volver para la boda de su abuela, y se tiene que mentalizar de que el pueblo es muy pequeño y el reencuentro va a ser inevitable y probablemente catastrófico. En este sentido, la novela está como dividida en dos partes, de manera que la primera mitad gira en torno a este reencuentro, los reproches mutuos, los recuerdos en forma de flashbacks, y la gestión que hace cada uno por separado de sus propios sentimientos que vuelven de golpe cuando comprenden que lo suyo quedó inconcluso. En este sentido, el pequeño misterio en el que está motivada la ruptura es un pequeño aliciente para leer muy rápido la primera parte pero que puede resultar un tanto predecible y que luego se pierde esa motivación por seguir leyendo una vez que se confirman las sospechas. En cambio, en la segunda mitad, como podréis imaginar, comienza la parte verdaderamente romántica de la novela, como una luna de miel en la que la pareja debe afrontar algo más importante que es ver si merece la pena sufrir tanto por algo que a lo mejor ni sale bien.
Por el contrario, aunque en cuanto a ritmo la novela es bastante fluida, sí que he sentido que la longitud ha sido excesiva. No ha supuesto ningún problema respecto a las ganas de leer, pero sí que creo que es una novela demasiado larga para lo que al fin y al cabo cuenta la historia. Hay muchas escenas como de relleno o que no aportan nada relevante, o directamente que podrían haber sido eliminadas. Sobre todo he tenido esa sensación cuando aparece la pareja protagonista de la primera parte, Nanette y Falk, el mejor amigo de Tucker, porque aunque sean independientes, Acróbata e Irrompible están conectadas por los personajes. También muchas conversaciones divagaban una y otra vez por las mismas ideas (del pasado, de la relación que no funcionó, de los errores…). Sí que he tenido momentos en que me sonaba todo a lo mismo sin avanzar en la trama. Además, hay un pequeño matiz que tenía la esperanza de que cambiara el tópico de los celos, muy bien llevado con cierto personaje pero con otro se perpetúa una idea que no me gusta nada, aunque es cuestión de saber valorar lo que da más juego en una trama, algo comprensible.
Tengo que reconocer que Irrompible es una de las novelas más emocionales de Romina Naranjo, en el sentido en que el peso de la trama recae sobre los sentimientos de los dos protagonistas, sí, pero también en la del resto de personajes secundarios. La intensidad de las emociones y los sentimientos en la novela es palpable ya que la autora sabe muy bien cómo describir escenas de interacción intercalando los pensamientos en los que buyen todo tipo de ideas y emociones entre los implicados. Reconozco que no sabía que la novela era erótica (la primera parte no lo era) y aunque aporta un toque más pasional a la historia de amor, creo que esta es otra de las razones por las que se me ha hecho algo larga y este tipo de escenas son las que, por ejemplo, me habrían sobrado a mí personalmente. Es verdad que a quién disfrute precisamente de estas escenas le encantarán estas partes así que no lo he considerado algo negativo porque no lo es, simplemente es un tema de gustos. Lo que es innegable es que las relaciones humanas son el eje de Irromplible y cuestiones como el perdón, el arrepentimiento, la culpa, la desconfianza o el olvido son clave para entender la evolución constante de los personajes.
En pocas palabras, he tenido una novela muy agradable de leer entre mis manos, con la que seguir disfrutando de otra de las historias de Romina Naranjo y con la que he podido emocionarme con una historia de amor intensa, con un pasado y un presente, con cierto toque de misterio y drama en la primera mitad y con enfoque más romántico en la segunda. Pese a que hay una pareja protagonista, las subtramas de los personajes secundarios aportan una profundidad muy trabajada, con historias de lo más realistas y con problemas muy variados que se van resolviendo poco a poco. Además, cuenta con una playlist en cada capítulo con frases inspiradoras de canciones que me encantan de mis grupos de música habituales.
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