Sin duda, ningún hombre crecía con la esperanza de convertirse en aviador, y odiaba tener que pedir a sus oficiales que afrontaran ese destino.
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Sin duda, ningún hombre crecía con la esperanza de convertirse en aviador, y odiaba tener que pedir a sus oficiales que afrontaran ese destino.
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No pudo evitar enorgullecerse por el éxito de la operación y la emoción de volar era extraordinaria. Era completamente feliz siempre y cuando no pensara en el precio que había que pagar por ello.
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No lo consideraba ya una criatura de la que se sentía responsable, sino más bien un amigo íntimo, el más apreciado, alguien con cuyo apoyo se podía contar sin vacilación.
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«—No, Laurence, no puedo prometerte tal cosa. Lo siento, pero no te voy a mentir. No podía haberte dejado caer. Tal vez valores sus vidas más que la tuya, pero yo no, ya que tú eres más valioso para mí que todos los demás. No te obedeceré en tal caso. Y en lo que se refiere al deber no me preocupa mucho el concepto, ya que cuanto más sé de él, menos me interesa».
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«—No conozco al rey, y no le pertenezco como si fuera una oveja —contestó Temerario—. Si le pertenezco a alguien, es a ti, y tú a mí. No voy a quedarme en Escocia si eres desgraciado allí».
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«—Permitiré que alguien me monte si deseas volver a tu barco —aseguró Temerario—, pero a él no, por haberme mentido. No te obligaré a quedarte. Laurence se quedó petrificado durante unos instantes con las manos aún en la cabeza de Temerario y el cálido aliento del dragón envolviéndole. —No, compañero —repuso al fin en voz baja, consciente de que no decía más que la verdad—. Te prefiero a ti antes que a cualquier nave de la Armada». |
¿A quien baila Raquel en la fiesta en la casa de los hidalgo?