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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
24 October 2019
Ya sabéis que soy de esas lectoras que va siempre a la caza de clásicos inéditos en castellano que por fin encuentran su lugar en las mesas de las librerías, y tengo bastante comprobado que estas publicaciones casi siempre suelen venir de la mano de editoriales independientes, muy jóvenes en muchos casos. Dice mucho de la industria editorial de este país que los que asumen los riesgos de recuperar y publicar obras desconocidas o sepultadas en el tiempo sean casi siempre editoriales que se juegan mucho con cada libro que sacan al mercado. Así, con una portada tan bonita como esta y un título tan sugerente como Invierno en los Alpes, conocí a la editorial Báltica (centrada sobre todo en literatura de Europa Central y del Este), y me llevé el libro a casa como el tesoro que me imaginaba que era. Y no me equivoqué.

Invierno en los Alpes está basada en la experiencia de la propia autora durante su estancia en un sanatorio suizo en el periodo de entreguerras. Ambientada en 1925 y narrada en primera persona a modo de diario (sin serlo del todo), nos traslada a una residencia en los Alpes suizos, cerca del lago Lemán, en el que habitan huéspedes provenientes de todas partes de Europa. Han pasado siete años desde que terminó la Primera Guerra Mundial, pero todas estas personas, de un modo u otro, siguen intentando curar heridas que nunca terminan de cerrarse. Es gente de paz que no puede evitar seguir hablando sobre la guerra o los exterminios que han sufrido sus pueblos. Sus propias nacionalidades representan el mosaico de una Europa rebosante de países, culturas y diferentes formas de ver la vida: franceses, rusos, armenios, españoles, británicos, rumanos, incluso algún alemán que sufre el rechazo sutil del resto... cada uno lleva el drama de su país a cuestas a excepción del personaje español, que cumple con el papel estereotipado de amante del folclore, propagador de chismorreos y caballerosidad morenaza y estilosa, sin muchas más preocupaciones. España no participó en la Gran Guerra, así que se sobreentiende la vertiente superficial que se le otorga al personaje y el papel que cumple.

La presencia de todas estas personas le da a la autora un amplio margen para desglosar los grandes males que aquejaban a Europa en aquella época, y no hablo solo de las consecuencias de la Primera Guerra Mundial. El genocidio armenio está muy presente a través de tres de los personajes de la historia, sobre todo de la señorita Hovsepian; la revolución rusa está narrada desde el punto de vista de otro personaje, una refugiada política que ha sido testigo de como los suyos, los que ganaron la revolución bolchevique, se han convertido precisamente en todo aquello por lo que alzaron las armas y están cometiendo los mismos errores que los imperialistas, y que ha huido de su país para no tener que soportarlo, para intentar olvidar; guerras coloniales, los linchamientos o desprecios a los que ya comenzaban a estar sometidos los judíos en el centro de Europa...

La lectura está plagada de cierto desasosiego, de un intento por sacar brillo a una situación que todos saben que está sucia por debajo. Viven el día a día con una aparente normalidad que resulta a todas luces insuficiente para maquillar lo que se masca debajo: que han superado el horror de la Gran Guerra pero el resultado ha sido una Europa inestable, frágil, que camina sobre un hilo muy fino y solo necesita de una pequeña corriente de aire para volver a caer en el abismo. Hay desaliento en muchas de las conversaciones que se desarrollan en el libro, frases lapidarias, pero también hay una representación del espíritu pacifista que surgió tras la contienda. Aun así, y aunque la Segunda Guerra Mundial todavía quedaba lejana, no deja de resultar sorprendente la lucidez y casi clarividencia con la que Zofia Nałkowska parece intuir que algo se avecinaba, que el continente caminaba con paso firme hacia algo de mayores dimensiones, aunque no supiera ponerle nombre ni supiera por aquel entonces, obviamente, qué podría ser.

Pero no creáis que estamos ante un drama del quince porque la narradora baila tanto con el drama como con los momentos simpáticos para equilibrar la balanza. Desglosa el día a día en ese sanatorio a modo de anécdotas, de conversaciones, de extravagancias, de romances secretos, de relaciones que se van estableciendo entre los huéspedes, unos van, otros vienen, se forjan amistades, se perciben antipatías... Es una historia coral, con muchos protagonistas que se reparten páginas en mayor o menor medida a lo largo de 43 capítulos cortos que son como destellos, fogonazos, de su día a día. La vida en un sanatorio entre gente de todo tipo que está obligada a convivir da para mucho, y eso incluye tanto conversaciones trascendentales como ratos de esparcimiento, excursiones por unos entornos tan privilegiados como los Alpes, visitas a los enfermos que no pueden salir de sus habitaciones, paseos por el pueblo, bailes... Hace muchos años que leí La montaña mágica, de Thomas Mann, pero resulta inevitable realizar la conexión mental entre las dos obras, al menos en un principio. Luego ya cada una toma su camino.

Muy curiosa resulta la posición en la que se sitúa la narradora. de nacionalidad polaca, ella representa un país más en esa especie de simbología de la Sociedad de Naciones que habita dentro de la residencia. Sabemos que está acompañada de un hombre (suponemos que es su marido, pero jamás se refiere a él con ningún título), apenas lo nombra salvo el uso general de "nosotros" y de hecho no llegamos a saber nunca su nombre. de los demás huéspedes conocemos su historia, la que arrastran, la que cuentan, la que dejan traslucir en momentos de confianza, pero de ella y su marido no sabemos nada, no sabemos qué les ha llevado ahí. Se sitúa detrás de la barrera, forma parte de todo lo que cuenta, pero solo se adentra en el terreno de lo personal cuando se trata de los demás. Y en cierto momento se refiere a ellos como personas frívolas que se enfrentan a la seriedad de la vida y de las que nadie se hace responsables, como si ella, desde su barrera, los estudiara y en cierto modo los juzgara.

Y es que el libro, más allá de toda la vertiente de actualidad política y social de la época, que es obviamente un pilar fundamental en la narración, lo que trata de contar son historias personales y humanas, porque ese tipo de historias son tan universales que ni siquiera un entorno tan condicionado como este puede reprimir o aislar. La enfermedad está muy presente (y también diversas maneras de enfrentarse a ella, alguna de ella tan excéntrica como pasarse el día completamente desnuda y sin cubrirse en la cama al sol y recibir así a todo el mundo desbordando buen humor y sonrisas), la muerte, los devaneos amorosos, sueños imposibles, amistades que surgen, amistades que nunca podrán llegar a surgir, alegrías, buenos momentos compartidos que quedan en la memoria, la soledad, lo que no se ve de puertas para adentro en un matrimonio, los remordimientos, la compasión, personalidades caprichosas... Una microsociedad a pesar de los pesares. Y, perfectamente implementada en la historia, la relación del hombre con la naturaleza, con esa nieve que tarde o temprano dará la bienvenida a la primavera y que en palabras y descripciones de la autora rebosa belleza, bravura y misterio; o esas chovas con las que comienza la historia, que están presentes a lo largo de toda ella y que dan lugar a una reflexión que resume de manera sencilla y perfecta lo que subyace tras la narración:

Una lectura muy recomendable, con una voz muy personal, en la que hay que leer con cuidado y atención todas las capas que la componen, tanto a nivel social como político, histórico y, sobre todo, humano.

Antes de terminar os recomiendo que leáis la biografía de la autora que siempre adjunto abajo, porque no tiene desperdicio. Una mujer plena de inquietudes, muy inteligente y con un papel absolutamente relevante en la cultura y la política de su país que, como tantos otros autores, aquí desconocemos casi por completo. Fue sin duda la figura femenina más importante en las letras polacas de la primera mitad del siglo XX, mentora de otros importantes escritores compatriotas suyos y sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y al levantamiento de Varsovia, siendo después miembro de la Comisión de Investigación de los Crímenes Hitlerianos... entre otras muchísimas cosas. Precisamente a raíz de su participación en esa comisión, publicó Medallones, editado en España por la editorial Minúscula (creo que es la única otra obra de esta autora que podemos leer en castellano a día de hoy), y que espero poder leer pronto.

Enlace: http://inquilinasnetherfield..
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