La vida es una novela

Este es, si no me equivoco, el cuarto libro que leo de Guillaume Musso. Un autor que siempre me sorprende con sus novelas. La de hoy, probablemente la más sorprendente de todas.

La escritora Flora Conway y su hija de tres años Carrie están jugando al escondite en su piso de lujo de Nueva York. Flora cuenta hasta veinte mientras la niña se esconde, luego comienza a buscarla. Pero, por más que busca, no la encuentra. La niña ha desaparecido, se ha esfumado. Todo está cerrado, es absolutamente imposible que la niña haya salido de casa o que cualquier persona haya entrado para secuestrarla. Y, sin embargo, la niña no está y, pasados seis meses, se sigue sin saber qué ha sido de ella.

Por otro lado, en París tenemos a otro escritor llamado Romain Orzoski. Como Flora Conway, un escritor de mucho éxito. Como a ella, la musa le ha abandonado. En este caso, la culpa es de la situación personal por la que está pasando: su mujer le ha abandonado llevándose a su hijo pequeño, Théo. Él adora al niño y no puede vivir sin él.

No os voy a hablar más del argumento de esta novela. Justo os he hablado del inicio de las dos tramas que se entrecruzan pero permitidme no comentaros nada más. Tampoco ahondaré demasiado en el contenido y la forma de la novela porque, creedme, es absolutamente necesario que lo descubráis por vosotros mismos. Así que a ver cómo me las arreglo para hacer la reseña…

“La vida es una novela” es una novela claramente metaliteraria. Ya en su novela anterior, “La vida secreta de los escritores”, Musso se adentró en el mundo de los escritores y de la creación literaria. En esta lo hace mucho más, invitando al lector a jugar con él. Y es que, sí, esta novela es un juego continuo: el autor juega con Flora y con Romain pero también con nosotros los incautos lectores que andaremos más perdidos que un pollo sin cabeza. ¿A qué no lo parece leyendo la sinopsis o lo poco que os he contado yo? Parece una novela tan normalita, tan convencional…. Pero no os fieis porque no hay nada de eso.

La novela arranca fuerte. La escena en la que Flora y su hija juegan al escondite y la niña desaparece, te pone los pelos de punta y te engancha sin remedio. Estás perdido: vas a tener que seguir leyendo tengas o no tiempo. Yo os aconsejo coger la novela un día que tengáis bastante tiempo libre porque el contenido y la estructura de la novela, la agilidad de su lectura y, sobre todo, el vaivén en el que introduce al lector, hace que quieras leerla de un tirón. Cosa que no será nada difícil porque tiene poco más de doscientas páginas.

Tras un comienzo tan prometedor, la novela sigue avanzando a buen ritmo en lo que parece que es una novela de misterio. Intrigante pero más o menos típica. Pero entonces llegamos al final de la primera parte y nos quedamos absolutamente patidifusos. Y no será el único sorpresón que nos llevemos: de hecho, iremos de sorpresa en sorpresa sin saber realmente dónde estamos y qué estamos leyendo.

Toda la novela está escrita en primera persona: por Flora, por Romain y por algún personaje más del que no os hablaré. Con un estilo sencillo en el que abundan los diálogos, el ritmo de la novela es rapidísimo y la facilidad de lectura asombrosa: un libro para devorar.

Conclusión final

He disfrutado como una enana con este libro que no puedo sino recomendaros. Una novela metaliteraria, un thriller, un libro para devorar.

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