Secretos a voces

Una de las autoras que me propuse descubrir en este casi terminado 2021 fue, sin duda, Alice Munro. Prácticamente todas las cosas que me llegaban de la autora, de su forma de narrar y de cómo se centraba en hablar de la mujer en todas sus posibles realidades, era algo que me llamaba muchísimo y casi que la ponía en ese lugar de expectación al que no deberíamos de llevar a ninguna autora o autor, sin haber tenido antes una toma de contacto. He tardado mucho tiempo en animarme con Munro, y por poco acaba diciembre antes de que lo hiciera. Lo que me echaba a atrás fue descubrir que la mayoría de su obra está formada por colecciones de relatos. Finalmente me decidí por este “Secreto a voces”, que no me ha terminado de engatusar, y que para mí ha sido a causa, precisamente, de que esté compuesto por relatos y no por una historia completa y larga.

“Secreto a voces” está formado por ocho relatos, todos ambientados en Carstairs, que abarcan la vida de diferentes personas desde 1850 hasta, aproximadamente, la actualidad. Pese a que todos los relatos comparten esa ambientación o unión en origen o ascendentes de Carstairs, no solo nos situaremos en Reino Unido, sino que también pasaremos por Australia, Canadá o Francia. Siento que los relatos, pese a ser independientes, tratan de tener una unión en cuanto a descendientes de unos y de otros, que no termina de sentirse del todo real, ni de cuajar.

Dos cosas me han gustado de la novela: la narración de la autora, que me ha parecido hipnótica, y ha conseguido que, pese a no estar interesado al cien por cien en la historia, no se me hiciera pesada la lectura, y la otra cosa es la capacidad de Alice Munro para crear diferentes tipos de personajes femeninos. Aparecen muchas, muchísimas mujeres en estos ocho relatos, y todas son diferentes. Se distinguen muy bien las unas de las otras, cosa a la que no estoy muy acostumbrado dentro de la literatura, y Munro consigue desplegar un abanico muy amplio de personalidades.

El principal problema ha sido, que pese a estas dos cosas tan buenas que he encontrado, ni uno solo de los ocho relatos me ha terminado de tocar, ninguno me cautivado. Y eso que hay un par de ellos bastante interesantes que tienen incluso un toque macabro, pero ni aún así. Y el problema creo que ha sido que, para mí, el relato funciona infinitamente mejor en otro tipo de género donde el contenido importe más que los propios personajes. La duración de cada historia hacía que al acabarlo me dejara con esa sensación de algo a medias. Si cualquiera de las ocho historias hubiera sido una novela y no un relato de 30-40 páginas, los personajes hubieran sumado alma a esa habilidad de la autora de crear mujeres potentes y características.

A penas empezaba a ubicarme en una historia y con unos personajes, y vuelta a empezar, nuevo relato, nuevos personajes. Y es algo, repito, que creo que funciona bien con géneros donde lo que cuenta, tiene más importancia que los propios personajes. No es el caso de este tipo de historias, donde entender y creerte a los personajes es lo esencial. En fin, no sé si repetiré con la autora, porque pese a que le veo lo positivo, el hecho de que la gran parte de su obra tenga el mismo formato me quita las ganas. No puedo ponerle mala nota, porque sería injusto con lo positivo que he encontrado, pero quizás no sea una autora para mí.

Comenté en el libro de Richard Russo, La hija de la puta, que sus relatos eran como trocitos de vida, narraciones que se centraban en algún momento concreto en el que un personaje descubría algo importante de su existencia. Los cuentos de Munro son de un tipo muy distinto, en ellos nos narra vidas enteras. Pero al igual que en aquel, también aquí los protagonistas, las protagonistas, son gente sencilla, mujeres sin historias apasionantes, vidas que son abarcables en 30 o 40 páginas y en las que de pronto una lupa se acerca para mostrarnos con más detalle -gran cazadora de detalles esta Munro-, algunos momentos críticos de esa vida, siempre pocos.

Varias son las razones de mi entusiasmo y de las ganas de recomendársela a todo el mundo: la sencillez con la que describe la complejidad de relaciones, de esos mundos interiores de sus protagonistas, casi siempre mucho menos inocentes de lo que aparentan (el relato que da título al libro es un claro ejemplo); la brillantez de los personajes secundarios que enmarcan y resaltan la historia principal; los caminos que se abren en cada relato y que te convierten en interesado y, en ocasiones, turbado copartícipe del relato; las brillantes y sugerentes imágenes que nos presenta (me viene ahora a la mente la imagen de esa mujer caminando sola hacia su boda y esas amigas que la esperan y que lo primero que observan es su mano desnuda sosteniendo el ramo); ese giro en las historias en el último o penúltimo momento; y, finalmente, esa sensación de verdad que consigue transmitir en todas ellas.

Por último, solo un comentario acerca de eso que para nosotros es un viejísimo secreto a voces y que a algunas, muchas, de vosotras os cuesta reconocer: "el bruto le hace tilín a la mujer y adiós muy buenas al chico educado y maravilloso".