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Crítica de Guille63


Guille63
06 March 2023
“La vida de la gente, en Jubilee como en todas partes, era aburrida, simple, asombrosa e insondable…”

Munro lo hace una y otra vez y no sé por qué me sorprendo tanto a estas alturas de nuestra literaria relación (puramente platónica y unidireccional, todo lo demás son fake news): parte de unas vidas normales y sencillas y las torna reveladoras y esenciales haciendo verdad aquella frase de Cioran, que leí recientemente, en la que tan bellamente dice:

“Las experiencias subjetivas más profundas son asimismo las más universales, por la simple razón de que alcanzan el fondo original de la vida.”

Aunque es una novela, la única que ha escrito la autora, tiene la atmosfera y el aroma de sus cuentos y, al igual que en ellos, destaca la significación de los detalles, la precisión de las metáforas, las frases demoledoras con las que retrata a un puñado de personas enmarcadas en los paisajes de un pequeño pueblo de Canadá muy parecido a esa América profunda que nos es ya tan conocida. Un pueblo como en el que vive del Jordan, protagonista y alter ego de la niña que fue Munro, una chiquilla observadora, inteligente y rebelde a la que seguiremos en su tránsito de la infancia a la adolescencia.

“Creo que va a haber un cambio en la vida de las niñas y las mujeres. Sí. Pero depende de nosotras que se produzca. Todo lo que han tenido las mujeres hasta ahora ha sido su relación con los hombres. Eso es todo. No hemos tenido más vida propia, en realidad, que un animal doméstico.”

En la descripción de ese tránsito se hace un retrato certero de su vorágine emocional, sin escatimar crueldades y escatologías varias tan frecuentes en esas edades y que tanto parecen olvidar algunos, en la que se caracteriza su visión de la vida adulta, sus preguntas, sus miedos a aquello que creen estar a punto de descubrir, los problemas con la fe y la religión, tan importante en todo el norte americano donde la gente se define y la definen por la iglesia a la que asiste, la repentina aparición del deseo, la curiosidad por el sexo, lo difícil que es llegar a descubrir quién se es y qué se quiere, la sensación de ser dos personas, la que sufre y la que observaba el sufrimiento. Cuestiones todas ellas siempre difíciles pero que se pueden volver dramáticas en un pequeño pueblo en el que el control social es opresivo, y en el que impera, con más fuerza que una ley o un castigo, el pavor a sobresalir o a ser el hazmerreír, “lo peor que podía pasarte en la vida”.

En este camino, del nos irá presentando a aquellas personas que jugaron un papel relevante en su vida de una u otra forma. Así, conoceremos a su tío Benny y su demencial satisfacción por las derrotas, a su tío Craig con el que, gracias a su juicio grande e impersonal, se sentía más libre que con nadie, a las tías Elspeth y Grace, siempre dispuestas a contar historias del pasado mientras, sentadas en el porche, deshuesaban cerezas o pelaban guisantes, a su prima Mary Agnes, a la que mordió con odio en el brazo y el odio le pareció algo muy deseable, a Fen Dogherty, la inquilina de su madre, y al señor Chamberlain, objetivo ambos de libidinosas murmuraciones, a su tío Bill, el hermano pequeño de su madre, de niño malvado y cruel, ahora un hombre amarillento, a Naomi, su primera gran amiga, y a su madre y su maligno chismorreo, a su hermano Owen, con una predisposición ilimitada a aceptar los retos y las promesas del mundo exterior, a la señorita Farris, de quién la gente se reía por su extravagante forma de intentar cazar a un hombre, al señor Boyce, que no se hacía respetar por lo diferente que era de un profesor corriente, a Jerry Storey, poseedor de un coeficiente intelectual tan prometedor que su madre impediría por todos los medios que se hiciera cargo de ella si se quedaba embarazada, a Garnet French, su primer gran amor, del que las palabras le separaban pero cuyos dedos poco a poco se fueron posando sobre su mano hasta cubrirla por completo con la suya durante una reunión evangélica.

Y, por encima de todas estas personas, conoceremos la difícil relación que mantuvo con su madre, de hecho, la novela me ha parecido una maravillosa forma de pedirle perdón. del odiaba a su madre, tanto como inconscientemente la admiraba, por ese empecinamiento en sobresalir que ella tanto detestaba, por sus excentricidades, por mandar cartas a los periódicos exigiendo que “los profilácticos deberían ser distribuidos por el gobierno de forma gratuita a todas las mujeres del condado”, por su amor al conocimiento, que ella compartía a su pesar…en definitiva, por ser tan diferente a las demás madres y, al mismo tiempo, ser tan inocente y optimista que la obligaba a ella a defenderla y protegerla de todo y de todos. Una situación que la dejaba en una soledad dolorosa frente a sus amigas y su deseado y predecible futuro.

“Odiábamos su inmunidad, su educada falta de curiosidad, lo que fuera que las hacía flotar, caritativas y satisfechas… y las haría seguir flotando hacia las fraternidades universitarias, los compromisos, los matrimonios con médicos u abogados en poblaciones prósperas y lejanas.”

Hay otra persona que resalta extraordinariamente en el relato, aunque en este caso lo sea por su irrelevancia, por ser como un fantasma sin efecto real en la vida de del Jordan: su padre.

En efecto, Munro lo ha vuelto a hacer y se consolida una vez más en lo más alto de mi lista de autores/as preferido/as.
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