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ISBN : 8466332685
272 páginas
Editorial: Debolsillo (03/03/2016)

Calificación promedio : 3.89/5 (sobre 9 calificaciones)
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Críticas, Reseñas y Opiniones (3) Añadir una crítica
AnnieMoneth
 04 December 2022
Hoy os traigo la reseña de Todo lo que tengo lo llevo conmigo, una novela de la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2009, Herta Müller, que seleccioné el pasado mes de octubre para celebrar el Día de las Escritoras y que versa sobre un hombre joven, Leopold, que es deportado a un campo de trabajo forzado soviético en 1945. Como recoge la sinopsis de la editorial Siruela, y en declaraciones realizadas por la propia autora, la novela se basa en los testimonios de su compatriota y amigo Oskar Pastior, así como en los de otros supervivientes.

Todo lo que tengo lo llevo conmigo es una novela contemporánea que arranca en 1945, justo después de la Segunda Guerra Mundial en que Rumanía, bajo la dictadura militar de Ion Antonescu, se puso del lado de las denominadas potencias del Eje —Alemania, Italia y Japón— basándose en las promesas de Adolf Hitler de que los territorios rumanos perdidos en 1940 como consecuencia de la Dictadura de Viena y el Pacto Ribbentrop-Molotov serían devueltos a Rumanía bajo la presión alemana. En 1944, cuando ya se daba por sentado que Alemania perdería la guerra, el rey Miguel I de Rumania destituye y arresta a Antonescu con ayuda de los partidos de la oposición, entregándolo al Ejército Rojo que, por entonces, ya se había adentrado bastante en Rumanía —Antonescu sería ejecutado en la prisión militar de Jilava en 1946—. En enero de 1945, el general soviético Vinogradov exigió en nombre de Stalin al gobierno rumano, como parte de la capitulación, que todos los alemanes que vivían en Rumanía contribuyeran a la «reconstrucción» de la Unión Soviética, destruida durante la guerra. Todos los hombres y mujeres entre 17 y 45 años fueron deportados para realizar trabajos forzosos en campos de trabajo rusos, los denominados GULAG.

Herta Müller crea una ficción a partir de los testimonios reales de alemanes rumanos en campos de trabajo forzados soviéticos. Así, Todo lo que tengo lo llevo conmigo cuenta el infierno que vivió un hombre joven durante cinco años en uno de esos GULAG localizados en Siberia donde, bajo el régimen de Stalin, iban a parar los ciudadanos deportados junto a otras personas consideradas «peligrosas para el Estado». He de decir que Todo lo que tengo lo llevo conmigo me recordó a otro libro leído y reseñado aquí, en Despertares de Stonewall, que nunca dejaré de recomendar: Zuleijá abre los ojos, de Guzel Yájina (editado por Acantilado).

En Todo lo que tengo lo llevo conmigo encontramos un narrador intradiegético o en primera persona; está dentro de la historia, acompaña al personaje protagonista, Leopold, en el campo de trabajo soviético, de modo que el lector mira y siente a través de él. Sin embargo, este narrador cuenta la historia desde el recuerdo y creo que a esto se debe cierta indiferencia que percibí por parte del protagonista ante el horror de los hechos narrados. O, quizá, se deba al hecho de lidiar todos los días con el sufrimiento propio y ajeno —que al final uno termina por acostumbrarse—, o incluso a la necesidad de distanciarse de recuerdos trágicos para seguir adelante.

Otro de los aspectos que llama la atención es el nombre de objetos y materiales con que da título a los diferentes capítulos en que se divide la novela (armuelle, cemento, madera y algodón, …). Asimismo, la descripción de las sensaciones reales —como el hambre— y de los objetos como si tuvieran vida propia. Es decir, hay una personificación de las sensaciones y objetos que actúan como elementos de anclaje durante la narración, por ejemplo, del hambre crónica —a quien se refiere metafóricamente como el ángel del hambre— o de la pala con la que abre zanjas en la nieve o con la que retira el carbón —la pala del corazón—. Es en estas sensaciones y objetos en lo único que puede pensar su protagonista, Leopold, con las cuales se obsesiona (1 palada = 1 gramo de pan) y que adquieren verdadero protagonismo en el campo de trabajo soviético.

Además del protagonista, Leopold, hay un amplio abanico de personajes secundarios (Trudi Pelikan, Tur Prikulitsch, Bea Zakel, Peter Schiell, Imaginaria-Katy, Fenja, Paul y Heidrun Gast, Karli Halmen, Albert Gion), que sirven como vehículo para mostrar la vida y el funcionamiento del campo. Por ejemplo, Fenja, la encargada de distribuir las porciones del bien más preciado: el pan.

Entre los personajes secundarios, el que más me afectó emocionalmente fue Imaginaria-Katy, deficiente mental a la que todos parecen procurar cierto cuidado y dejar tranquila. Ella vive en un mundo imaginario que la salva de la muerte y es la única que conserva su humanidad en la historia, a diferencia del resto de personajes que evolucionan de forma paulatina hacia la degradación, tanto física como moral.

El estilo es claro, conciso, fácil de leer. Las frases son cortas, impactantes en su mayoría, y junto al lirismo favorecen el buen ritmo de la narración. El increíble lirismo en el lenguaje es otro de los aspectos a subrayar en la novela. Un lenguaje poético para atenuar el drama de los hechos y, asimismo, la forma elegida por el narrador, con la voz de Leopold, para escapar de la trágica realidad durante los cinco años que pasó en el GULAG. El lenguaje se pone al servicio de esa necesidad de distanciarse de su protagonista para seguir vivo; esa es su función.

Hay dos cuestiones que no puedo dejar de comentar. La primera es que me sorprendió que el protagonista fuera un joven homosexual, cuando nada había leído al respecto. Supongo que porque es una novela cuya fortaleza radica en el lenguaje y cuya narración abarca un periodo importante de la historia de Europa que cualquiera con interés en los campos de trabajo soviéticos o GULAG puede leer. Sin embargo, no podemos olvidar que la homosexualidad en Rusia, y en los territorios ocupados en este periodo de la historia en que se ambienta la novela, era objeto de persecución. Si a uno le pillaban teniendo relaciones homosexuales inmediatamente era arrestado; peor aún, si se trataba de un alemán y la pareja rumano.

La segunda cuestión es un aspecto que me chirrió al comienzo de la narración, aunque es de tono menor. Leopold, el protagonista, tenía diecisiete años cuando el Ejército Rojo fue a buscarle a su domicilio para llevarlo a un campo de trabajo soviético. En aquellos años, y tras la Segunda Guerra Mundial, un joven de diecisiete años es, en mi opinión, muy maduro y para nada inocente. Y me chirría la alusión a esa pretendida inocencia para justificar la aceptación con la que el protagonista, Leopold, hace la maleta para ir, sin expresar una mínima queja, a uno de esos campos de trabajo comunistas y que, internamente, prefiera esta salida a quedarse con su familia y enfrentarse un día a su posible rechazo por su homosexualidad. Además, si Leopold estaba en la lista de ciudadanos alemanes que tenían que ser deportados a Siberia por estar en el rango de edad de los 17 a 45 años, ¿por qué no deportaron también a sus padres? No encontré respuesta a esta pregunta que, como digo, es muy poco relevante pero que, como perfeccionista, me incomoda.

En su conjunto, Todo lo que tengo lo llevo conmigo es una novela muy recomendable, de las que te dejan una huella imborrable en la memoria.

Os recomiendo leer, asimismo, el discurso de Herta Müller cuando le otorgaron el Premio Nobel de Literatura en 2009.
Enlace: https://despertaresdestonewa..
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My
 14 February 2020
Son muchas las injusticias de la historia que se quedan en el olvido y es este libro una voz que nos recuerda el calvario de los rumanos-alemanes a los que les robaron años de sus vidas cuando la Segunda Guerra Mundial terminó. Bajo el régimen de Stalin, miles de personas fueron llevadas a campos de trabajos forzados; su único crimen, nacer o ser descendiente alemán. Herta Müller recupera ese momento y ese calvario para entregarnos una historia escrita con un talento monumental, pues esta realidad le tocó de cerca: su madre fue una superviviente, y también su amigo, el poeta Oskar Pastior, y es en los recuerdos del segundo en los que la escritora se inspira para escribir esta novela.

Todo lo que tengo lo llevo conmigo es un viaje por las reflexiones y transformaciones de nuestro protagonista, Leopoldo Auberg, por su lucha diaria. Las personas, los pensamientos, las palabras, las ideas, los recuerdos, las relaciones, los objetos…, todo lo que le rodea es reconfigurado en su cabeza para encontrar cierto sentido en la barbarie, en la sinrazón y en el hambre —esa coprotagonista silenciosa que nos acompañará durante todo el libro—. La sensibilidad del joven Auberg nos regalará frases y momentos enormes, nos hará reconstruir imágenes y momentos que nos sorprenderán por su lucidez.

El estilo de Herta Müller eleva una historia que pudo haberse quedado en lo testimonial, a un nivel de belleza que conmueve y llega más profundamente a ese lugar de nosotros en los que, imagino, habita nuestra empatía.

Que no se olviden estos episodios lamentables. Es lo menos que debemos a sus víctimas.
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Lavidamurmura
 17 August 2022
Me imagino la plácida angustia con la que Herta Müller traspasó los recuerdos, propios y ajenos, a una novela blanca como la nieve de la estepa rusa, turbia y manchada como la sensación de la patria, el hogar anhelado y rechazado al mismo tiempo.

Los roídos contornos de la Segunda Guerra Mundial abarcaron también a los ciudadanos alemanes rumanos que, sin haber participado directamente en el festín de crueldad y muerte, fueron deportados a campos de trabajo donde reconstruir, según el sentir soviético, el daño que Alemania había causado.

Tenía muchísimas ganas de leer algún texto de Müller y, en este caso, pese a creer que contaba con el beneplácito de un argumento de los que a mí más me suelen llamar la atención, el recorrido por la obra ha sido fatigante, como la presencia del ángel del hambre en el campo de trabajo donde Leopold Auberg pasó cinco años de su vida.

A través de fragmentos y pequeños capítulos, se van reconstruyendo los retazos de la estancia de Leopold en ese nuevo hogar, que brillará en su sufrimiento más que el lugar de donde fue arrancado. Mientras que algunas partes del texto son extraordinarias, temo decir que la gran mayoría me resultaron un tanto tediosas, especialmente aquellas en las que habla del trabajo en sí, de los materiales, de los pequeños hechos y las grandes palabras que definen esos años donde la nostalgia no sirve para nada.

Quizá esperaba aún más descripción de lo íntimo y menos de lo externo y circunstancial. O quizá no era el momento de esta lectura.

No me siento satisfecha con la impresión que el texto ha dejado en mí, pero albergo la esperanza de que otras novelas de Herta Müller sí que lo consigan, como La bestia del corazón, que ya espera pacientemente su turno.

No creo que sea una mala novela, simplemente no ha resquebrajado mínimamente estos muros que creo que cada vez demandan más fuerza o más violencia. Puede que no sea solo Leopold Auberg quien disimula y suaviza sus grietas cuando cree que nadie lo está mirando.

Enlace: https://www.instagram.com/p/..
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Citas y frases (23) Ver más Añadir cita
LavidamurmuraLavidamurmura15 August 2022
Qué decir del hambre crónica... Se puede afirmar que existe un hambre que te hace enfermar de hambre. Que añade más hambre a la que ya padeces. El hambre siempre renovada que crece insaciable y salta al interior del hambre eternamente vieja, reprimida con esfuerzo. Cómo vas a correr mundo cuando lo único que sabes decir de ti mismo es que tienes hambre. Cuando no puedes pensar en nada más.
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LavidamurmuraLavidamurmura15 August 2022
Estaba seguro de que la frase de despedida de mi abuela, SÉ QUE VOLVERÁS, se había transformado en un pañuelo. No me avergüenzo al decir que el pañuelo fue la única persona que se ocupó de mí en el campo de trabajo. Estoy seguro, y lo sigo estando todavía hoy. A veces los objetos adquieren una suerte de delicadeza monstruosa que no se espera de ellos.
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LavidamurmuraLavidamurmura17 August 2022
En caso de que tuviera que ser deportado de nuevo en esta vida, lo sabría: hay cosas esenciales que quieren algo accidental, aunque uno no lo desee en absoluto. Qué me impulsa a ese apego. Por qué de noche quiero tener derecho a mi desgracia. Por qué no puedo ser libre. Por qué obligo al campo a pertenecerme. Nostalgia. Como si la necesitase.
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LavidamurmuraLavidamurmura19 August 2022
O las otras variantes: que no nos marcharemos nunca, porque nos mantendrán aquí hasta que el campo sea un pueblo sin torretas de vigilancia y nosotros sigamos sin habernos convertido todavía en rusos o en ucranianos, pero sí en habitantes acostumbrados. O que tendremos que quedarnos aquí tanto tiempo que ya no desearemos marcharnos, convencidos de que nadie nos espera en casa, porque allí hace mucho que viven otros, porque todos han sido deportados, quién sabe adónde, y ellos mismos tampoco tienen hogar,. Otra variante dice que finalmente querremos permanecer aquí porque ya no sabremos qué hacer con el hogar ni el hogar sabrá qué hacer con nosotros.
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PaseadoradelibrosPaseadoradelibros29 October 2021
"En enero de 1945 la guerra continuaba. Temiendo que en pleno invierno los rusos me obligasen a ir a quién sabe dónde, todos quisieron darme algo que quizá tuviera utilidad, aunque ya no sirviese de nada. Porque en el mundo nada servía.[...] Yo quería marcharme de ese dedal de ciudad hasta donde las piedras tenían ojos. En lugar de miedo sentía una oculta impaciencia. Y mala conciencia, porque la lista que desesperaba a mis allegados era para mí una circunstancia aceptable. Ellos temían que me sucediera algo lejos. Yo quería ir a un lugar que no me conociera." (Pág.13).
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